Mayo 2017 18
Micorrizas
La supervivencia de las plantas depende en gran medida de su capacidad para absorber nutrientes y de la calidad del suelo que las sustenta. En este proceso, las micorrizas juegan un papel fundamental. Técnicamente, se definen como asociaciones simbióticas entre las raíces de las plantas y ciertos hongos del suelo, que facilitan la absorción y el transporte de nutrientes esenciales como fósforo, zinc, manganeso y cobre. Estos hongos micorrícicos, pertenecientes al reino Fungi, establecen una relación estrecha y dependiente con la planta, formando un órgano funcional subterráneo del que ambos organismos se benefician mutuamente.

Micorriza formando una red en las raíces de una planta.
El término micorriza proviene de la combinación de dos palabras de origen griego: «mycos» (hongos) y «rhizos» (raíces). Estos hongos obtienen de la planta hidratos de carbono y vitaminas, nutrientes que ellos mismos no pueden sintetizar debido a que carecen de la capacidad para realizar la fotosíntesis y otros procesos metabólicos necesarios. Esta transferencia de compuestos orgánicos es esencial para mantener la viabilidad y el crecimiento del hongo dentro del sistema radicular.
Se estima que aproximadamente el 95% de las plantas terrestres establecen alguna forma de asociación micorrícica en sus raíces. Esta amplia presencia evidencia la importancia ecológica y evolutiva de esta relación simbiótica. Además de mejorar la nutrición mineral de la planta, las micorrizas aumentan la resistencia a enfermedades del suelo, mejoran la tolerancia a condiciones adversas como la sequía y contribuyen a la estructura y fertilidad del suelo. Por su parte, los hongos reciben los productos orgánicos necesarios para su desarrollo.
Tipos de micorrizas
La mayoría de las plantas establecen asociaciones micorrícicas, y en los casos donde no se detectan, es posible que sus antecesores sí hayan tenido esta relación, perdiéndola posteriormente durante su desarrollo. Estas asociaciones simbióticas entre hongos y raíces son esenciales para la nutrición y salud de muchas especies vegetales.
Desde el punto de vista morfológico, las micorrizas se clasifican principalmente en dos grandes grupos: las ectomicorrizas y las endomicorrizas.

Comparación entre ectomicorrizas y endomicorrizas en la raíz.
- Ectomicorrizas: Se caracterizan porque las hifas del hongo no penetran en el interior de las células radiculares. En cambio, se disponen formando una red sobre la superficie de la raíz y entre las células, creando una estructura conocida como manto o capa micelial. Esta asociación es visible a simple vista como un recubrimiento sobre las raíces. Las ectomicorrizas predominan en árboles de regiones templadas, siendo comunes en especies como hayas, robles, eucaliptos y pinos. Además, estas micorrizas juegan un papel fundamental en la adaptación de estas plantas a suelos pobres o con condiciones adversas, facilitando la absorción de nutrientes como nitrógeno y fósforo.
- Endomicorrizas: A diferencia de las ectomicorrizas, no forman un manto externo visible y las hifas penetran dentro de las células radiculares. En su interior, las hifas forman estructuras especializadas llamadas vesículas, que funcionan como reservas de nutrientes, y arbúsculos, que facilitan el intercambio de sustancias entre el hongo y la planta. Estas micorrizas también son conocidas como micorrizas vesículo-arbusculares (VAM). Los hongos del grupo Glomeromycota, responsables de estas asociaciones, están presentes en una gran variedad de plantas, especialmente en hierbas y gramíneas. Este tipo de micorrizas es especialmente abundante en suelos pobres, como los de praderas, estepas, zonas de alta montaña y selvas tropicales, donde contribuyen significativamente a la absorción de fósforo y agua.
En conjunto, las micorrizas representan un componente esencial para la salud y productividad de los ecosistemas terrestres, facilitando la supervivencia de las plantas en ambientes con limitaciones nutricionales o de agua. Su estudio continúa siendo fundamental para la agricultura sostenible y la conservación ambiental.
¿Cómo sucede la micorrización?
La infección de la raíz por el hongo micorrízico ocurre a través de propágulos presentes en el suelo. Estos propágulos pueden ser esporas, fragmentos de hifas del hongo o incluso raíces ya micorrizadas que actúan como fuente de inoculación.

Red de Hartig formada por las hifas del hongo en el tejido radicular.
Una vez que el hongo micorrízico coloniza las raíces de la planta, forma un manto denso de hifas fúngicas en la superficie radicular y penetra en el espacio intercelular de las células de la raíz, dando lugar a la formación de la llamada red de Hartig. Esta estructura es fundamental, ya que constituye el sitio principal donde ocurre el intercambio de nutrientes entre el hongo y la planta.
En la red de Hartig, el hongo absorbe minerales esenciales y agua del suelo, que posteriormente transfiere a la planta. A cambio, la planta suministra al hongo azúcares y otros compuestos orgánicos derivados de la fotosíntesis, estableciendo así una simbiosis mutualista beneficiosa para ambas partes.
Además del intercambio básico de nutrientes, el transporte y transformación de vitaminas y nutrientes puede implicar mecanismos enzimáticos específicos que permiten al hongo utilizar fuentes de nitrógeno orgánico y fósforo inaccesibles para la planta por sí sola. También, el hongo puede liberar ácidos orgánicos que facilitan la solubilización y absorción de minerales como calcio, magnesio y potasio, mejorando la nutrición mineral de la planta.
Es importante destacar que un solo hongo micorrízico puede formar conexiones simultáneas con varias plantas, creando una red subterránea que interconecta diferentes individuos. Esta red puede facilitar la transferencia de nutrientes entre plantas y, en algunos casos, permitir el desarrollo de plantas parasitarias que no realizan fotosíntesis y dependen completamente del hongo para obtener sus nutrientes esenciales.
Ventajas de la micorrización
Las ventajas que la micorrización aporta a las plantas son múltiples y fundamentales para su desarrollo y supervivencia. Las hifas de los hongos micorrícicos excretan ácido oxálico, una sustancia que descompone las superficies rocosas y facilita la penetración y movilidad de las raíces en el suelo. Esto permite que la planta explore un volumen mucho mayor de terreno, ya que el diámetro del ápice de la hifa es considerablemente menor que el de la raíz, lo que facilita la exploración de espacios reducidos y el acceso a nutrientes inaccesibles para las raíces solas.
Además, las micorrizas proporcionan una protección eficaz contra diversos factores de estrés ambiental. Por ejemplo, ayudan a mitigar los efectos de la salinidad del suelo, los cambios bruscos de temperatura y la acidificación causada por la presencia de elementos como el azufre, magnesio o aluminio. Esta protección se debe tanto a la mejora en la absorción de nutrientes como a ciertas reacciones fisiológicas inducidas por el hongo que mantienen las raíces activas y saludables durante períodos prolongados.

Micorrizas protegiendo la planta frente a condiciones adversas.
La micorrización también contribuye a prolongar la longevidad de las plantas. Investigaciones han demostrado que árboles como los pinos pueden extender su expectativa de vida en hasta dos años cuando están micorrizados en comparación con aquellos que no presentan esta asociación. En algunos casos, la simbiosis entre planta y hongo es tan estrecha que la planta no puede sobrevivir sin la presencia del hongo, como ocurre con muchas especies de orquídeas, que dependen completamente de la micorrización para su desarrollo y reproducción.
En la agricultura y la silvicultura modernas, la micorrización se ha convertido en una técnica clave para mejorar el éxito de cultivos y proyectos de repoblación forestal. Muchas empresas especializadas incorporan fragmentos de hongos micorrícicos en los brotes o plantones para asegurar una asociación efectiva y específica para cada especie, lo que favorece un crecimiento más vigoroso y resistente.
En resumen, la micorrización mejora significativamente la absorción de agua y nutrientes, aumenta la resistencia frente a condiciones adversas y promueve un desarrollo integral más saludable y duradero en las plantas, constituyendo una herramienta esencial para la agricultura sostenible y la conservación ambiental.
Descubrimiento y relevancia histórica de las micorrizas
El descubrimiento de las micorrizas se atribuye al botánico alemán Albert Bernhard Frank en 1885, quien observó la presencia de estas asociaciones simbióticas en las raíces de diversos árboles frutales. Gracias a su trabajo, se acuñó el término «micorrizas», que proviene del griego y significa «raíz de hongo».
En 1900, el científico francés Bernard destacó la importancia de las micorrizas en el desarrollo y la supervivencia de las orquídeas, ampliando así el conocimiento sobre la función de estas asociaciones en plantas específicas. Sin embargo, fue hasta una década después cuando se comenzó a investigar su potencial aplicación práctica en la agricultura y la jardinería, reconociendo su papel en la mejora de la salud y el crecimiento vegetal.
El reconocimiento formal y amplio de la relevancia de las micorrizas llegó en 1955 con las investigaciones pioneras de John Mosse en Inglaterra. Sus estudios demostraron cómo estas asociaciones simbióticas benefician significativamente el crecimiento de las plantas al mejorar la absorción de nutrientes y agua, lo que abrió la puerta a su uso como una herramienta sostenible en la producción agrícola.
Además, recientes hallazgos en yacimientos fósiles han revelado que las micorrizas existen desde hace cientos de millones de años. Algunas esporas fósiles indican que estas asociaciones simbióticas podrían haber estado presentes hace aproximadamente 460 millones de años, lo que sugiere que las micorrizas jugaron un papel fundamental en la colonización de plantas terrestres durante el Paleozoico.
Sobrepastoreo
El pastoreo se refiere al consumo de pasto por parte del ganado en áreas naturales o agrícolas. Se considera que existe sobrepastoreo cuando la intensidad del pastoreo excede la capacidad de regeneración de la vegetación, es decir, cuando las plantas no tienen tiempo suficiente para recuperarse tras ser consumidas. Esta situación suele presentarse cuando el pastoreo es excesivamente intenso durante períodos prolongados o cuando la frecuencia de pastoreo impide la renovación adecuada de la cobertura vegetal.
El sobrepastoreo puede originarse por una gestión inadecuada de los recursos ganaderos, como la falta de rotación de potreros o una densidad animal demasiado alta, así como por la presencia de una sobrepoblación de animales silvestres que compiten por el mismo recurso. En ambos casos, la presión sobre la vegetación supera el umbral sostenible, afectando gravemente el equilibrio ecológico del área.
Desde una perspectiva ambiental, el sobrepastoreo tiene múltiples consecuencias negativas. Reduce la productividad del suelo y la diversidad biológica, disminuyendo la capacidad de la tierra para sostener vida vegetal y animal. Además, contribuye significativamente a la desertificación, un proceso de degradación del suelo que convierte terrenos fértiles en áreas áridas e improductivas. La pérdida de cobertura vegetal también incrementa la erosión del suelo, afectando la calidad del agua y la estabilidad del ecosistema.
Otro aspecto relevante es que el sobrepastoreo favorece la propagación de especies invasoras y malas hierbas, que a menudo son más resistentes al pastoreo intensivo y pueden desplazar a las especies nativas, alterando la composición y función natural del ecosistema. Estos cambios pueden dificultar la recuperación de la vegetación original y exigir intervenciones de restauración ecológica más complejas y costosas.
Para prevenir y mitigar el sobrepastoreo, es fundamental implementar prácticas de manejo sostenible, como la rotación de potreros, el control adecuado de la carga animal y la conservación de áreas de descanso para la vegetación. Asimismo, la integración de métodos agroecológicos y la restauración activa de zonas degradadas son estrategias clave para recuperar la salud del suelo y asegurar la productividad a largo plazo.
¿Cómo saber si hay sobrepastoreo?
El sobrepastoreo se manifiesta claramente cuando la vegetación herbácea está excesivamente baja, como si el pasto hubiera sido podado repetidamente, dejando el suelo casi desnudo. Esta condición puede ser reversible si el área cuenta con suficiente humedad y condiciones adecuadas que permitan la regeneración natural de la vegetación.
Otro indicador frecuente de sobrepastoreo es la presencia de los llamados «pies de vaca», que son surcos o caminos formados por el tránsito constante del ganado. Estos se pueden observar a distancia como líneas paralelas en las serranías, semejantes a arrugas en la montaña, que evidencian rutas de pastoreo intensivo y continuo.
Además, cuando el follaje herbáceo está muy disperso y en algunos casos casi inexistente, acompañado de suelo suelto y removido, y se observan numerosas huellas de animales, es un claro signo de sobrepastoreo. Estas condiciones indican que la presión del pastoreo ha superado la capacidad de recuperación del terreno.
Asimismo, si la composición de la vegetación está dominada por especies herbáceas poco apetecibles o desagradables para el ganado, como algunas malezas o plantas tóxicas, esto también señala un desequilibrio causado por el sobrepastoreo. La disminución de la calidad del pasto obliga al ganado a consumir plantas menos nutritivas o incluso dañinas.
Para evaluar de manera más precisa el grado de sobrepastoreo, es útil realizar monitoreos periódicos que incluyan mediciones de cobertura vegetal, análisis de la composición botánica y observación de la compactación del suelo. Estas prácticas permiten implementar estrategias de manejo sostenible, como la rotación de potreros, reducción de la carga animal o restauración de áreas degradadas.
Factores que inciden en el sobrepastoreo
El sobrepastoreo es un problema complejo que surge a partir de múltiples factores interrelacionados. A continuación, se detallan los más comunes y relevantes:
- Incremento descontrolado del número de animales: La cantidad de ganado debe ser monitoreada constantemente mediante censos actualizados, que se obtienen a través de los registros de los propietarios y la consulta directa con los pastores. Cuando las cifras no reflejan la realidad o no se ajustan a la capacidad de carga del terreno, se genera un desequilibrio que conduce al sobrepastoreo.
- Reducción de la movilidad del ganado: La movilidad natural del rebaño permite la regeneración de las áreas pastoreadas. Sin embargo, cuando esta movilidad se restringe por cercas, propiedad privada o prácticas de manejo inadecuadas, el ganado permanece más tiempo en una misma zona, consumiendo más recursos de los que el ecosistema puede reponer. Por ello, es fundamental analizar y actualizar los datos históricos sobre la dinámica de los rebaños para gestionar adecuadamente los tiempos y rotación de pastoreo.
- Expansión de la agricultura y pérdida de hábitats naturales: Aproximadamente el 6% de la superficie terrestre libre de hielo está transformada en desierto, y otro 28% está en riesgo de desertificación, un proceso que se acelera por la sobreexplotación del suelo. Las zonas con sobrepastoreo frecuentemente presentan un predominio de especies vegetales indeseables, erosión acelerada, disminución de las precipitaciones y agotamiento de las reservas de agua subterránea, afectando la capacidad productiva a largo plazo.
- Reducción del pastoreo comunal y falta de gestión colectiva: En muchas comunidades rurales, el aumento del ganado en áreas fijas se debe a la ausencia de acuerdos comunitarios o a la falta de compromiso para implementar prácticas sostenibles. La falta de conciencia colectiva y de mecanismos de regulación contribuye inadvertidamente a la degradación del pastizal, ya que cada propietario busca maximizar su beneficio individual sin considerar el impacto global.
Además de estos factores, es importante considerar otros elementos como las condiciones climáticas extremas, la falta de planes de manejo sostenible y la presión socioeconómica sobre las tierras de pastoreo. La combinación de estas circunstancias hace imprescindible la implementación de estrategias integrales que incluyan educación, monitoreo constante y políticas de manejo adaptativo para prevenir y revertir el sobrepastoreo.
Factores incidentes en la intensidad del impacto
- Tipo de ganado: El impacto varía según el peso, la estructura de las pezuñas y el comportamiento alimenticio de los animales. Por ejemplo, bovinos con pezuñas más grandes y pesadas tienden a compactar el suelo más que ovinos o caprinos.
- Tipo de suelo: Algunos suelos, como los arenosos o muy arcillosos, son más propensos a la erosión y compactación debido al tránsito del ganado. Además, la textura y composición del suelo influyen en la diversidad y resistencia de las especies vegetales que lo habitan.
- Tipo de clima: Las condiciones climáticas, como la cantidad de lluvias y las temperaturas, afectan la capacidad de desarrollo y recuperación de los pastos. En climas áridos o con estaciones secas prolongadas, la vulnerabilidad al sobrepastoreo es mayor.
- Tipo de pastos: La estructura y variedad de las especies forrajeras determinan la resistencia al pastoreo. Pastos con raíces profundas y crecimiento rápido pueden soportar una presión moderada, mientras que especies más delicadas se dañan fácilmente.
- Método de pastoreo: La gestión del pastoreo es fundamental. La permanencia prolongada de animales en un mismo lote sin rotación adecuada limita la regeneración de los pastos y favorece la compactación del suelo. Además, pastorear durante períodos de baja disponibilidad forrajera incrementa el riesgo de sobrepastoreo, afectando la productividad del terreno.
Impacto ecológico
El sobrepastoreo provoca daños ecológicos significativos, siendo una de sus consecuencias más graves el aumento acelerado de la erosión del suelo. Esta degradación reduce la capacidad del suelo para retener agua y nutrientes, disminuye su profundidad útil y agota la materia orgánica, elementos fundamentales para mantener la fertilidad y la productividad agrícola y ganadera.
La pérdida de fertilidad y estructura del suelo afecta no solo a los cultivos, sino también a la biodiversidad local, ya que muchas especies vegetales, especialmente las gramíneas y pastizales, son altamente vulnerables al sobrepastoreo. La disminución de estas plantas reduce la cobertura vegetal, exponiendo el suelo a la acción erosiva del viento y la lluvia, lo que contribuye a un ciclo de degradación difícil de revertir.
Para mitigar la infertilidad del terreno, es fundamental la aplicación de enmiendas adecuadas, como fertilizantes minerales (cal) y orgánicos que ayuden a restaurar la estructura y la microbiota del suelo. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la recuperación natural de la profundidad y la materia orgánica puede tomar décadas o incluso siglos, dependiendo del grado de degradación y las condiciones climáticas.
Además, la implementación de prácticas sostenibles, como la rotación de pastizales, manejo controlado del ganado y la reforestación con especies nativas, resulta esencial para prevenir el sobrepastoreo y fomentar la regeneración del ecosistema.
Daño ambiental y socioeconómico
El sobrepastoreo produce un impacto negativo significativo tanto en el medio ambiente como en los recursos naturales. La reducción de la cubierta vegetal debido al pastoreo excesivo y al pisoteo del ganado deja el suelo expuesto a agentes erosivos, aumentando la vulnerabilidad ante fenómenos naturales. En terrenos con pendiente, esto favorece la erosión hídrica, mientras que en áreas áridas o semiáridas, la erosión eólica se intensifica debido a la pérdida de protección vegetal.
Además, el sobrepastoreo contribuye de manera importante a la desertificación de zonas semiáridas, un proceso irreversible que afecta la capacidad productiva del suelo. También provoca la desprotección de las cabeceras de cuencas hidrográficas, alterando el equilibrio hídrico en los ecosistemas, lo que repercute en la disponibilidad y calidad del agua tanto superficial como subterránea.
En cuanto a la biodiversidad, el sobrepastoreo genera cambios significativos en la composición de la flora local. Favorece la proliferación de especies resistentes y de rápido rebrote, muchas veces menos nutritivas o no palatables, mientras que las especies más valiosas y sensibles desaparecen, lo que afecta la calidad del pastizal y la estabilidad ecológica.
Desde una perspectiva socioeconómica, el sobrepastoreo reduce la disponibilidad de pastos palatables y de calidad para el ganado, disminuyendo la productividad de las explotaciones agropecuarias. Esta pérdida de productividad se traduce en una depreciación del valor de las tierras y, en última instancia, conduce al empobrecimiento de las comunidades rurales que dependen de estos recursos. El deterioro ambiental gradual afecta la seguridad alimentaria, limita las oportunidades económicas y puede generar migraciones hacia áreas urbanas en busca de mejores condiciones de vida.
Es importante destacar que la recuperación de áreas afectadas por sobrepastoreo requiere de prácticas sostenibles, como la rotación de pasturas, el manejo adecuado de la carga animal y la restauración ecológica, para garantizar la conservación del suelo y la biodiversidad, así como el bienestar de las comunidades rurales.
Plantas de exterior
Durante las estaciones intermedias, cuando las temperaturas extremas de calor o frío disminuyen, disfrutar de los espacios al aire libre se convierte en una experiencia especialmente placentera. Si estos espacios están llenos de luz natural y rodeados por el verdor de las plantas, la sensación de bienestar y conexión con la naturaleza se intensifica notablemente. Porches, terrazas, azoteas y otras áreas abiertas son lugares ideales para incorporar plantas de exterior, ya sea en macetas de diferentes tamaños y formas o en cestas colgantes, aportando un toque natural y una frescura inigualable a cualquier ambiente.
Si bien las plantas de exterior constituyen un recurso decorativo excelente, su elección debe hacerse con cuidado y conocimiento. Estas plantas requieren cuidados continuos a lo largo del año, que incluyen desde su ubicación estratégica para aprovechar al máximo la luz solar, hasta el trasplante cuando sea necesario, así como un riego adecuado y la aplicación periódica de abonos específicos. Estas acciones deben adaptarse según las necesidades particulares de cada especie, ya que factores como la resistencia al clima, el tipo de suelo y la exposición influyen en su desarrollo y salud.
Entre las plantas recomendadas para exteriores, destacan las hortensias, especialmente adecuadas para zonas con sombra o semisombra, gracias a su capacidad para florecer en condiciones de luz moderada. También son muy valorados los pequeños cítricos, que además de su atractivo visual, ofrecen frutos aromáticos y comestibles, y las camelias, que se distinguen por sus elegantes flores y resistencia en climas templados. Sin embargo, estas no son las únicas opciones: otras especies como lavandas, geranios, jazmines y suculentas pueden complementar y enriquecer la paleta vegetal, aportando color, aroma y textura a cada espacio exterior.
Además, la elección de plantas autóctonas o adaptadas a la región climática puede facilitar el mantenimiento y promover la sostenibilidad, ya que suelen requerir menos recursos hídricos y cuidados especiales. Incorporar una combinación equilibrada entre plantas perennes y anuales también garantiza un jardín exterior vibrante durante todo el año, permitiendo disfrutar de cambios estacionales y diferentes floraciones.
Las plantas de exterior más resistentes al sol y al frío
Al elegir plantas para exteriores, la resistencia es un factor clave, ya que deben soportar diversas condiciones climáticas, desde el sol intenso hasta las bajas temperaturas. ¿Cuáles son las opciones más adecuadas? A continuación, presentamos algunas de las plantas más resistentes y versátiles que pueden adaptarse a diferentes ambientes.
Los geranios encabezan la lista por su facilidad de cultivo y su capacidad para florecer en distintos climas. Ofrecen una amplia gama de colores, desde el rojo intenso hasta el rosa y blanco, y requieren cuidados mínimos, siendo ideales para jardineros principiantes y expertos.
El coleo, por su parte, es una planta resistente que alcanza su máximo esplendor durante el verano. Su follaje denso se combina con una profusión de flores coloridas que crean un efecto visual vibrante y atractivo. Además, su mantenimiento es sencillo, ya que tolera bien la exposición directa al sol y la falta ocasional de riego.

La begonia boliviensis destaca dentro de su género por su preferencia por la luz solar directa, algo poco común en otras begonias que prefieren sombra parcial. Sus flores de un intenso color naranja aportan un toque brillante y cálido a cualquier espacio exterior. Esta planta también es resistente al calor y puede florecer durante largos periodos del año.
Otra opción interesante es la enredadera de batata o camote, que crece rápidamente y es especialmente llamativa cuando se cultiva en macetas colgantes. Sus hojas presentan tonos variados que van desde el morado profundo hasta el bronce y el verde lima, proporcionando un contraste cromático muy atractivo en jardines y balcones.

Finalmente, la verbena es una planta excepcionalmente resistente, capaz de soportar condiciones adversas como la presencia de hongos o plagas. Su capacidad para auto-limpiarse y recuperarse la convierte en una opción muy valorada para exteriores. Además, florece abundantemente durante el verano, atrayendo mariposas y otros polinizadores, lo que contribuye a la biodiversidad del jardín.

Estas plantas no solo aportan belleza y color a los espacios exteriores, sino que también ofrecen durabilidad y bajo mantenimiento, cualidades esenciales para jardines expuestos a las inclemencias del tiempo.
Plantas de exterior para todo el año
Seleccionar plantas de exterior que florezcan durante todo el año es una excelente manera de realzar el valor ornamental de cualquier espacio. Afortunadamente, existe una gran variedad de opciones que combinan belleza, resistencia y bajo mantenimiento.
Una de las favoritas es la lavanda, reconocida por su vibrante color violeta y su aroma característico. Para su correcto desarrollo, debe plantarse en lugares donde reciba luz solar directa, ya que el sol no solo realza el brillo de sus flores, sino que también contribuye a su salud general.
Otra opción muy valorada son las hiedras. Estas plantas trepadoras se adhieren fácilmente a diversas superficies, cubriéndolas con un manto verde que aporta frescura y elegancia. Además, requieren pocos cuidados y son bastante resistentes al sol, lo que las convierte en una elección práctica para jardines y fachadas.
Las hortensias y los geranios destacan no solo por su longevidad, sino también por la abundancia de sus flores, que embellecen el entorno tanto de día como de noche. Para mantener su vitalidad, es fundamental que crezcan en suelos húmedos y ricos en materia orgánica. En particular, las hortensias requieren podas regulares para favorecer una floración continua y evitar el crecimiento desordenado.

La corona de Cristo es otra planta de exterior muy popular a nivel mundial. Sus flores, que pueden ser rojas, rosadas o amarillas, aportan un colorido vibrante durante todo el año. Esta planta se beneficia de la exposición directa al sol y necesita un riego moderado, ya que es bastante tolerante a la sequía. Sin embargo, no soporta temperaturas inferiores a 5 grados Celsius, por lo que es recomendable protegerla durante las épocas de frío intenso.
Además de estas, existen otras especies ideales para mantener un jardín vivo y colorido durante todo el año, como el jazmín, la bugambilia y el romero, cada una con características particulares que pueden adaptarse a diferentes climas y estilos de jardinería.
Otras opciones y beneficios de las plantas de exterior
No se deben pasar por alto los crisantemos, plantas que acompañan perfectamente las estaciones del año. Sus flores cambian de tonalidad y forma según la temporada, permitiendo combinarlas con otras especies similares para lograr un efecto visual más atractivo y dinámico en jardines o terrazas.
Además de su valor ornamental, algunas plantas de exterior aportan beneficios para la salud y el bienestar de quienes las cuidan o conviven en su entorno. Un ejemplo destacado es el trueno de Venus, conocido por sus propiedades medicinales para el cuidado de la piel. Esta planta, pequeña y brillante, florece durante todo el año si se mantiene una humedad adecuada en el sustrato y un buen drenaje. Puede cultivarse tanto en tierra directamente como en macetas, lo que la hace muy versátil para distintos espacios.

Otra opción llamativa y de mayor tamaño es la Abelia. Esta planta puede superar el metro de altura y ofrece una floración constante a lo largo del año. Su principal ventaja es su capacidad de adaptarse a diferentes rangos de temperatura, lo que facilita su cultivo en diversas regiones climáticas.
Las plantas de exterior, con su diversidad de formas, colores y texturas, son el complemento perfecto para realzar la estética de terrazas, porches y balcones. Incluso es posible diseñar jardines en espacios reducidos aprovechando muros, pérgolas y otras superficies verticales. Existen especies especialmente adaptadas para crecer en estas condiciones poco convencionales, pero igualmente funcionales y decorativas. Experimentar con diferentes plantas y ubicaciones puede resultar en composiciones sorprendentes, que no solo embellecen el entorno sino que también generan un ambiente más saludable y armonioso.
Arbustos con flores
Los arbustos con flores son muy utilizados para decorar jardines, parques y plazas, e incluso para reforestar los espacios previstos para el desarrollo ambiental de la ciudad. Existen una gran variedad, y su elección dependerá de las condiciones del suelo, el lugar en el que será plantado y lo que se quiera ver de él una vez desarrollado. Habrá quienes prefieran poblar su parcela con una única especie en sus diversos tipos, o quienes deseen conformar una pared natural provista de formas y colores diversos. La individualidad juega un papel fundamental en esto. Lo que sí es seguro, es que la oferta es amplia y cualquiera puede darse vida escogiendo el arbusto con flores que más le guste.
Plantas de sombra
Generalmente, las plantas necesitan luz solar para desarrollarse plenamente. Sin embargo, existe una amplia variedad de especies que prosperan en condiciones de sombra, ya sea parcial o total. Estas plantas, conocidas como plantas de sombra, se caracterizan por su follaje llamativo: hojas grandes y abundantes, de un verde intenso, y flores pequeñas pero delicadas. El tamaño y la forma de sus hojas responden a la necesidad de captar la mayor cantidad de luz posible, adaptándose así a ambientes con poca iluminación.

Las plantas de sombra son muy valoradas tanto para la decoración de interiores como de exteriores, especialmente en espacios cubiertos como terrazas, corredores, patios techados y jardines sombreados. Su presencia otorga a estos ambientes un aspecto natural, fresco y acogedor. Cuando se cuidan adecuadamente, algunas plantas de sombra pueden alcanzar un estado tan saludable y estético que parecen verdaderas obras de arte natural, casi como arreglos artificiales creados por el hombre.
Además de su valor estético, muchas plantas de sombra contribuyen a mejorar la calidad del aire interior al filtrar contaminantes y aumentar la humedad ambiental. Por ejemplo, el potos es reconocido por su capacidad para purificar el aire, mientras que los helechos ayudan a mantener niveles óptimos de humedad. Esta combinación de belleza y funcionalidad hace que las plantas de sombra sean una excelente opción para quienes buscan crear ambientes saludables y agradables.
Plantas de sombra: especies y cuidados
Existe una gran diversidad de plantas que prosperan en condiciones de sombra, muchas de ellas populares por su atractivo visual y facilidad de mantenimiento. A continuación, se presentan algunas de las especies más destacadas, junto con recomendaciones para su cuidado:
- Diefenbaquia: Caracterizada por sus grandes hojas verdes que le confieren un aspecto elegante. Existe una variedad cuyas hojas presentan manchas blancas, lo que realza aún más su belleza. No tolera la luz solar directa ni la humedad excesiva; por ello, debe plantarse en un sustrato con buen drenaje para evitar el encharcamiento y la pudrición de raíces.
- Helechos: Con hojas abundantes y colgantes, son ideales para decorar espacios exteriores siempre que estén protegidos del sol directo. Requieren riegos frecuentes, ya que necesitan mantener el sustrato húmedo pero sin encharcarse.
- Potos: Planta trepadora cuyas hojas en forma de corazón presentan tonos verdes y amarillos. Si se coloca un soporte vertical en la maceta, el potos se enreda sin invadir el espacio. Es sencilla de podar y reproducir, ya que brotan raíces en cada nudo, facilitando la multiplicación.
- Begonias: Existen variedades colgantes y rastreras, con flores que pueden ser grandes o pequeñas. Se desarrollan bien en ambientes húmedos, aunque algunas fuentes indican que también pueden adaptarse a climas más secos. Requieren un cuidado equilibrado en cuanto a humedad y ventilación para evitar enfermedades.
- Gardenias: Sus hojas verdes intensas y brillantes son duraderas, mientras que sus flores carnosas desprenden un aroma especial y penetrante, capaz de perfumar ambientes durante varios días. Prefieren sombra parcial y suelos ácidos bien drenados.

- Azaleas: Crecen formando arbustos que pueden mantenerse podados para controlar su tamaño. Prefieren lugares frescos y húmedos, por lo que se desarrollan mejor a la sombra. Necesitan riegos regulares sin encharcar el sustrato. Sus flores, compuestas por cinco pétalos, asemejan estrellas y varían en forma y color según la especie, siendo una opción ornamental muy apreciada.
- Hortensias: Requieren riegos frecuentes, especialmente bajo sombra, aproximadamente cada dos días. Deben podarse regularmente para evitar un tamaño excesivo, especialmente en interiores. Sus flores abundantes crecen en ramilletes compactos y coloridos, aportando un toque decorativo distintivo.
- Coleos: Destacan por sus hojas de colores marrón y verde brillante, que resultan muy decorativas aunque sus flores no sean tan llamativas. Aunque son plantas de sombra, necesitan recibir algo de luz solar indirecta para sobrevivir. Crecen rápidamente y no demandan cuidados complejos.
- Browallia: Planta poco común pero muy atractiva, con flores en tonos blancos y azules. Prefiere ambientes sombríos y cálidos, y requiere luz filtrada para un desarrollo óptimo.
- New Guinea: Presenta hojas y flores grandes y brillantes, aunque su ciclo de vida es relativamente corto. Es sensible a temperaturas extremas, tanto al frío como al calor intenso, por lo que debe protegerse de estas condiciones.
- Hosta: Ideal para cultivar bajo árboles o arbustos altos debido a su resistencia. Su follaje puede variar en colores como azul, verde y amarillo. Sin embargo, atrae caracoles, ya que les sirve de alimento, por lo que se recomienda vigilar su presencia para evitar daños.
Más variedades de plantas de sombra
Las plantas de sombra comparten la característica de prosperar y lucir saludables en condiciones de poca luz, lo que las convierte en una excelente opción para espacios interiores o exteriores con iluminación limitada. Entre las especies más destacadas se encuentran las violetas, la pulmonaria silvestre, la anémona azul, el sello de Salomón y los lirios de los valles. Estas plantas poseen mecanismos adaptativos que les permiten aprovechar eficientemente la escasa luz disponible, manteniendo su crecimiento y floración.

Una de las ventajas más notables de las plantas de sombra es su diversidad. Existen variedades con flores y sin ellas, plantas temporales o perennes, y desde ejemplares de tamaño pequeño hasta especies que pueden alcanzar dimensiones considerables. Además, su cuidado suele ser sencillo, requiriendo únicamente una dedicación moderada en cuanto a riego y mantenimiento. Por ejemplo, la pulmonaria silvestre no solo aporta un follaje atractivo, sino que también es resistente a diferentes condiciones climáticas, mientras que el sello de Salomón destaca por su elegante estructura y sus flores discretas pero llamativas.
Incorporar plantas de sombra en jardines, balcones o interiores no solo mejora la estética del espacio, sino que también ayuda a crear ambientes más frescos y acogedores. Para quienes buscan opciones versátiles y fáciles de cuidar, estas plantas representan una alternativa ideal que combina belleza y funcionalidad.
Plantas de sombra para todo el año
Un jardín lleno de plantas altas y elegantes que brindan sombra a otras especies más pequeñas y coloridas es un escenario ideal para mantener una armonía vegetal durante todo el año. Para lograr esta convivencia perenne, se recomiendan plantas como la hierba de San Andrés, los lirios de los valles, las diversas variedades de hostas y las boragináceas, conocidas popularmente como “No me olvides”. Estas plantas no solo aportan belleza, sino que también crean un microclima ideal para las especies que crecen bajo su sombra.

Otras plantas de sombra que destacan por su resistencia y atractivo son las impatiens, los astilbes y las malangas. Estas especies, ya sean tropicales o trepadoras, requieren protección total contra la luz directa del sol, lo que las hace ideales para ubicaciones sombreadas o semi-sombreadas. Del mismo modo, plantas como las orquídeas, los tulipanes en sus variedades adaptadas y la hiedra Boston también prefieren ambientes con sombra o luz indirecta, lo que las convierte en opciones versátiles para jardines sombreados.
Distinguir las plantas de sombra de las que requieren sol es sencillo si se observan ciertas características. Generalmente, las flores de las plantas de sombra son más pequeñas y presentan colores suaves, como blancos o tonos pastel. Sus hojas suelen ser más grandes y abundantes, con texturas y colores que varían desde un verde intenso hasta matices con vetas blancas o amarillentas. En los viveros, estas plantas suelen ubicarse bajo mallas verdes que filtran la luz, simulando las condiciones naturales de sombra y evitando el estrés por exposición directa al sol.
Además, es importante considerar que las plantas de sombra suelen tener un crecimiento más lento y demandan un suelo rico en materia orgánica y bien drenado para prosperar. Incorporar estas plantas en el jardín no solo aporta diversidad visual, sino que también contribuye a mantener la humedad del suelo y a crear refugios para la fauna local, como mariposas y aves pequeñas, enriqueciendo así el ecosistema del espacio verde.
Plantas de jardín
Para quienes aman la naturaleza, estar cerca de ella es una necesidad, y una de las mejores maneras de lograrlo es creando un jardín. Aunque las plantas se cultivan y no se construyen en sentido estricto, diseñar y establecer un jardín requiere conocimiento, planificación, esfuerzo y dedicación. Elegir adecuadamente las especies que aportarán oxígeno y color a ese espacio es fundamental para mejorar no solo la estética del lugar, sino también la calidad de vida de quienes lo disfrutan. Un jardín bien diseñado puede convertirse en un refugio de tranquilidad y bienestar.
Actinidia kolomikta
La Actinidia kolomikta es una planta trepadora que destaca principalmente por la belleza y el colorido de su follaje. Pertenece al género Actinidia y a la familia Actinidiaceae. De las 121 especies descritas dentro de este género, 75 han sido reconocidas científicamente, siendo Actinidia kolomikta una de las variedades ornamentales más apreciadas. Sus parientes más cercanos son la Actinidia deliciosa, conocida por producir el popular kiwi verde, y la Actinidia chinensis, de la cual se obtiene el kiwi amarillo.
El follaje de esta planta presenta una gama de colores que cautiva a cualquier observador. Durante su desarrollo, las hojas cambian de tonalidad, pasando del castaño al verde, para luego adoptar matices de blanco, rosa y rojo carmesí. En otoño, el colorido se intensifica con tonos amarillos y violetas, lo que la convierte en un verdadero espectáculo visual durante esta estación. La floración ocurre en junio, momento en el que sus delicadas flores desprenden una fragancia suave y agradable que atrae a polinizadores como abejas y mariposas.
La Actinidia kolomikta es una planta dioica, lo que significa que existen individuos masculinos y femeninos por separado. Para quienes la cultivan con fines ornamentales, es aconsejable seleccionar brotes masculinos, ya que estos desarrollan un follaje más vistoso y suelen requerir menos cuidados relacionados con la fructificación. Es importante evitar la fertilización excesiva y garantizar una adecuada exposición al sol para maximizar el desarrollo del color en las hojas.
En cambio, si el objetivo es obtener frutos comestibles, es fundamental contar con plantas de ambos sexos: por cada planta masculina se recomienda tener tres o cuatro femeninas para asegurar una buena polinización y producción de frutos. Sin embargo, encontrar plantas con sexo diferenciado en los centros comerciales puede resultar complicado, ya que muchos ejemplares no están claramente identificados. Esto representa un desafío para los horticultores y aficionados que desean aprovechar tanto el valor ornamental como el productivo de la especie.
Además, la Actinidia kolomikta es valorada por su resistencia a bajas temperaturas, pudiendo soportar heladas que afectarían a otras variedades de Actinidia. Esta característica la hace adecuada para su cultivo en regiones con climas fríos, ampliando sus posibilidades de uso en jardinería y agricultura. Su rápido crecimiento y capacidad para cubrir muros o enrejados la convierten en una opción popular para embellecer espacios exteriores con un toque de color y naturaleza.
Origen de la Actinidia kolomikta
La Actinidia kolomikta es una planta originaria de las regiones templadas del este de Asia, principalmente de China, Corea y Japón. Su distribución natural abarca también el sureste de Siberia y el sur de Indochina, adaptándose a una variedad de climas y altitudes dentro de estas áreas.
Esta especie se caracteriza por su resistencia a bajas temperaturas, lo que le permite prosperar en regiones frías donde otras plantas similares no podrían sobrevivir. Además, su presencia en diversas áreas geográficas refleja su capacidad de adaptación a diferentes tipos de suelos y condiciones ambientales.
La Actinidia kolomikta forma parte de un género conocido por incluir especies con valor ornamental y agrícola, siendo apreciada tanto por su follaje decorativo como por sus frutos comestibles. Su origen en estas amplias zonas del este asiático la convierte en una especie de interés tanto para la horticultura como para estudios botánicos relacionados con la biodiversidad regional.
Características de la Actinidia kolomikta
La Actinidia kolomikta es una planta de crecimiento rápido, capaz de alcanzar hasta un metro de altura en tan solo un año. Su estructura se caracteriza por ramas finas y hojas en forma de corazón, simples, alternas y caducas, dispuestas en espiral. Estas hojas carecen de estípulas y presentan bordes aserrados o dentados, además de un peciolo largo que las sostiene.
Cuando la planta es joven, sus hojas son completamente verdes; sin embargo, al madurar, especialmente cuando están expuestas a la luz solar directa, desarrollan un distintivo matiz blanco o rosado en las puntas, lo que aporta un atractivo visual adicional.
Leonora (Ellie) Enking (licencia)
Las flores de la Actinidia kolomikta se presentan en inflorescencias axilares o laterales, y en ocasiones pueden reducirse a una sola flor. Estas suelen ubicarse principalmente en las ramas. Cada flor está compuesta por un pedicelo y está acompañada por brácteas, posee un ovario súpero y anteras que se invierten tras la antesis. Florecen a principios del verano y tienen un color blanco amarillento con cinco pétalos, midiendo aproximadamente 1,5 cm de diámetro.
La planta produce frutos ovalados, similares en tamaño a una uva grande, con una longitud aproximada de 2.5 cm. Estos frutos, conocidos mundialmente como baby kiwi, mini kiwi o kiwi berry, presentan un color amarillo brillante y un sabor dulce, además de una alta concentración de vitaminas, especialmente vitamina C y antioxidantes.
En países como Chile, esta fruta ha ganado popularidad rápidamente debido a su tamaño compacto que permite comerla de un solo bocado. A diferencia del kiwi tradicional, el baby kiwi se puede consumir con la piel, la cual es lisa y carece de las pelusas características del kiwi común. Además, su capacidad de conservación es notable, pudiendo mantenerse fresca entre 7 y 14 días bajo condiciones adecuadas.
Su sabor dulce y su textura suave han conquistado a quienes la han probado, convirtiéndola en una alternativa atractiva tanto para el consumo directo como para usos culinarios. Su precio suele ser más accesible en comparación con otras variedades de kiwi, lo que contribuye a su creciente popularidad. Además, se utiliza frecuentemente como elemento decorativo en platillos y en la elaboración de postres suculentos, agregando un toque exótico y fresco a diversas preparaciones gastronómicas.
Uso y consideraciones
El principal uso de Actinidia kolomikta es ornamental, gracias a la belleza singular de sus hojas que presentan delicados matices de color blanco, rosa y verde que atraen la mirada. Esta planta es ideal para decorar paredes, terrazas o para trepar en rejas y soportes de piedra o ladrillo, donde puede extenderse y exhibir plenamente su gracia y singularidad. También puede plantarse directamente en el suelo, donde prospera bien, funcionando eficazmente como planta tapizante o cubierta vegetal.
Leonora (Ellie) Enking (licencia)
El género Actinidia incluye arbustos que pueden alcanzar hasta 6 metros de altura y cepas vigorosas que llegan a extenderse hasta 30 metros. Para un desarrollo óptimo, Actinidia kolomikta requiere exposición a pleno sol, aunque es fundamental protegerla de vientos fuertes, ya que, a pesar de ser una liana vigorosa, no es especialmente rústica y puede sufrir daños.
La poda es una práctica esencial para mantener la salud y estética de la planta, especialmente si se desea controlarla en espacios limitados. Es recomendable eliminar los brotes anualmente, preferentemente durante el invierno, para fomentar un crecimiento ordenado y evitar que la planta se vuelva demasiado densa. En cuanto a la fertilización, debe realizarse con moderación para no afectar el colorido característico de sus hojas; un exceso de abono puede provocar que pierdan su tonalidad distintiva.
Además de su valor ornamental, Actinidia kolomikta produce frutos comestibles similares a los del kiwi común, aunque de menor tamaño, que pueden utilizarse en la gastronomía local o consumirse frescos. Sin embargo, su cultivo con fines frutícolas es menos frecuente debido a que su principal atractivo radica en su follaje decorativo.
Cuidados de la Actinidia kolomikta
La Actinidia kolomikta es una planta de bajo mantenimiento, lo que la convierte en una excelente opción para quienes desean embellecer su jardín sin dedicar demasiado tiempo a su cuidado. Su resistencia y adaptabilidad la hacen ideal tanto para jardineros novatos como para expertos.
Esta especie prospera en lugares con exposición directa al sol o con luz parcial, lo que favorece el desarrollo de sus característicos colores en las hojas. Requiere un riego moderado, evitando el encharcamiento, ya que prefiere suelos bien drenados y ricos en materia orgánica. Su tolerancia a bajas temperaturas es notable, soportando heladas que afectarían a muchas otras plantas, lo que la hace adecuada para climas fríos.
Para un crecimiento óptimo, es fundamental proporcionarle un soporte sólido, como un enrejado, muro o pérgola, ya que sus tallos trepadores pueden volverse pesados y propensos a caídas si no están bien anclados. Se recomienda guiar y atar los tallos jóvenes para dirigir su crecimiento y evitar enredos o daños. Asimismo, es importante podar regularmente, eliminando los tallos mal ubicados o débiles, lo que mejora la ventilación y la salud general de la planta.
La propagación de la Actinidia kolomikta puede realizarse mediante esquejes semi-lignificados en verano o por semillas, aunque esta última opción requiere más tiempo y cuidados. Las semillas deben sembrarse tras su maduración, preferiblemente en invernaderos fríos, a una profundidad de 1 a 1.5 cm. La estratificación fría y la humedad constante favorecen la germinación. Al llegar la primavera siguiente, las plántulas estarán lo suficientemente fuertes para ser trasplantadas al lugar definitivo, donde continuarán su desarrollo.
Además, para asegurar una floración y fructificación adecuadas, es importante recordar que esta planta es dioica, por lo que se necesitan ejemplares masculinos y femeninos para la producción de frutos.
Trachycarpus fortunei
Conocida comúnmente como palmera excelsa, palmito elevado, palmito de pie, palmera de Fortune o palma de jardín, la Trachycarpus fortunei es una palma originaria de Asia que destaca por su exuberante belleza y su gran adaptabilidad. Esta especie pertenece a la familia Arecaceae, un grupo que incluye otras palmeras adaptadas a climas montañosos, como Trachycarpus wagnerianus, Trachycarpus martianus y Trachycarpus takil, todas ellas valoradas por su resistencia y características ornamentales.
La Trachycarpus fortunei es especialmente apreciada por su capacidad para soportar climas templados y fríos, lo que la convierte en una de las palmeras más resistentes a bajas temperaturas dentro de su género. Gracias a esta resistencia, se cultiva con éxito en jardines y parques de países como Inglaterra, Alemania, Dinamarca, Holanda, Canadá y Estados Unidos, donde la mayoría de las palmeras tropicales no podrían sobrevivir. Su tronco cubierto de fibras y su follaje en forma de abanico aportan un toque exótico y elegante a estos entornos, siendo una opción popular tanto en espacios urbanos como rurales.