Poco conocidos fuera de Europa, los canónigos son plantas herbáceas anuales cuyas hojas se consumen principalmente crudas en ensaladas. Reciben su nombre porque, durante la Edad Media, esta planta era cultivada y consumida habitualmente por los clérigos en los conventos cristianos, lo que refleja su arraigo histórico en la dieta europea. Los canónigos pertenecen a la familia Valerianaceae y su denominación científica es Valerianella locusta. Aunque las primeras referencias documentadas datan de mediados del siglo XVI, se cree que su consumo se remonta a épocas mucho más antiguas, posiblemente desde la antigüedad, debido a su presencia en diversas culturas mediterráneas.
Además de su delicado y ligeramente dulce sabor, los canónigos destacan por sus importantes propiedades nutricionales. Son una excelente fuente de vitaminas A, C y del complejo B, así como de minerales como hierro, calcio y potasio. Su alto contenido en fibra dietética contribuye a la salud digestiva, mientras que sus antioxidantes ayudan a proteger las células del daño oxidativo. Por estas razones, los canónigos no solo aportan sabor y textura a los platos, sino que también ofrecen beneficios para la salud, siendo una opción recomendada para dietas equilibradas y saludables.
Descripción y características de los canónigos
Los canónigos son plantas herbáceas anuales que generalmente no superan los 40 centímetros de altura. Sus hojas, de forma espatulada y cóncava, se disponen en una roseta basal, es decir, crecen al ras del suelo. Estas hojas presentan un color verde grisáceo con un haz brillante que les confiere un aspecto fresco y atractivo.
Del centro de la roseta surge un pequeño tallo que se ramifica en 2 o 3 ramas donde se desarrollan las inflorescencias. Las flores de los canónigos son pequeñas, hermafroditas, y pueden ser de color blanco o azul celeste. Tanto los órganos masculinos (estambres) como los femeninos (carpelos) maduran de manera simultánea, característica conocida como maduración homógama, lo que facilita la autopolinización.
El fruto de esta planta es un aquenio, una estructura seca que contiene la semilla. Cuando maduran, estas semillas se dispersan principalmente por acción de la gravedad, cayendo alrededor de la planta madre y favoreciendo su propagación local. El periodo de floración de los canónigos se extiende desde mediados de la primavera hasta principios del verano, dependiendo de las condiciones climáticas.
Los canónigos son plantas silvestres que crecen en zonas de clima templado en Europa, donde se encuentran principalmente en suelos húmedos y frescos, similares a los hábitats del berro. Actualmente, existen diversas variedades cultivadas que se han desarrollado para obtener hojas más tiernas y de mayor tamaño, ideales para consumo en ensaladas y gastronomía. Sin embargo, las variedades silvestres suelen ser apreciadas por su sabor más intenso y característico, lo que las convierte en un ingrediente valorado en la cocina tradicional.
Son plantas similares al berro y crecen en las zonas de climas templados de Europa de manera silvestre. En la actualidad existen variedades cultivadas que son más tiernas y de mayor tamaño que las variedades silvestres, pero estas últimas poseen un sabor más agradable.
Cultivo y cuidados del canónigo
El cultivo de canónigos en huertos domésticos es relativamente sencillo y accesible, siempre que se proporcionen las condiciones climáticas y del suelo adecuadas. Estas plantas nos recompensan con una abundante producción de hojas tiernas, ideales para consumir frescas en ensaladas y otras preparaciones culinarias.
Los canónigos son típicos de climas templados, por lo que es fundamental evitar las épocas de calor extremo para su cultivo. La siembra se recomienda a finales del verano, permitiendo así una cosecha óptima durante el otoño y el invierno, estaciones en las que el frío favorece su crecimiento y sabor. De hecho, las bajas temperaturas mejoran la textura y el perfil nutricional de las hojas.
En cuanto al suelo, los canónigos requieren un sustrato bien drenado, húmedo pero no encharcado, y con buena aireación para evitar enfermedades radiculares. Antes de la siembra, es aconsejable remover la tierra y eliminar todas las malas hierbas que puedan competir por nutrientes y espacio, asegurando así un desarrollo saludable de las plantas.

La siembra se realiza directamente con semillas, que pueden colocarse en hileras o de forma dispersa, manteniendo una separación aproximada de 10 centímetros entre ellas para facilitar el crecimiento y evitar la competencia excesiva. Un consejo útil para mejorar la tasa de germinación es remojar las semillas en agua durante uno o dos días antes de sembrarlas, lo que favorece la hidratación y el inicio del proceso germinativo.
Además, es importante mantener una humedad constante en el suelo durante la germinación y el crecimiento, evitando tanto el exceso como la falta de riego. Los canónigos también se benefician de la aplicación moderada de abonos orgánicos o fertilizantes equilibrados, que potencian su desarrollo sin comprometer la calidad de las hojas.
Recolección y conservación
La recolección de los canónigos suele iniciarse aproximadamente a los mes y medio después de la siembra, y se extiende hasta el comienzo de la primavera. Es fundamental realizar la cosecha antes del inicio de la floración, ya que una vez que la planta florece, las hojas pierden su calidad para el consumo debido a que adquieren un sabor amargo y desagradable. Para cosechar, se debe cortar la planta desde su base, asegurándose de no dañar las raíces para permitir una posible segunda cosecha en algunos casos.
El cultivo de Valerianella locusta requiere cuidados sencillos pero constantes. El riego debe ser moderado y preferiblemente diario, con el objetivo de mantener el suelo húmedo sin llegar a encharcarlo, ya que el exceso de agua puede provocar la pudrición de las raíces y afectar negativamente el desarrollo de la planta. Además, es recomendable eliminar periódicamente las malezas que crecen alrededor de los canónigos, ya que compiten por nutrientes y espacio, lo que puede disminuir la calidad y cantidad de la cosecha.
Una vez recolectadas, las hojas de los canónigos pueden conservarse en refrigeración hasta por tres días, manteniendo así su frescura y propiedades. Su sabor es delicadamente ácido y su aroma recuerda al de las nueces, lo que las convierte en un ingrediente ideal para ensaladas frescas y ligeras. Habitualmente se consumen crudas, acompañadas de otras hortalizas como tomate, pepino o zanahoria, y también pueden combinarse con frutos secos o quesos suaves para enriquecer su sabor y textura.

Beneficios y propiedades nutricionales de los canónigos
Los canónigos, aunque su consumo es más común en Europa, destacan por su alto contenido nutricional, ofreciendo una amplia gama de vitaminas y minerales esenciales para la salud. Son especialmente ricos en vitaminas A, C, B6 y E, además de contener carotenos, ácido fólico, hierro, calcio y potasio.
El hierro presente en los canónigos es fundamental para combatir la anemia y mejorar la oxigenación celular, por lo que su inclusión en la dieta resulta especialmente beneficiosa para personas con deficiencia de este mineral. Además, el ácido fólico contribuye a la formación de glóbulos rojos y es esencial durante el embarazo para prevenir defectos del tubo neural.
La vitamina E, conocida por sus propiedades antioxidantes, ayuda a proteger las células de la vista frente al daño oxidativo, colaborando en la prevención de enfermedades oculares como la degeneración macular o las cataratas.
Por su parentesco con la valeriana, una planta reconocida por sus efectos sedantes naturales, los canónigos también pueden contribuir a reducir la ansiedad, el estrés y mejorar la calidad del sueño, favoreciendo un estado de relajación y bienestar general.
El calcio contenido en los canónigos fortalece huesos y dientes, siendo un complemento natural para mantener la salud ósea. Asimismo, estas plantas son consideradas depurativas y digestivas, ya que estimulan las funciones renales y favorecen la eliminación de toxinas, ayudando a mejorar la digestión y el equilibrio del organismo.
- Vitamina A: esencial para la salud ocular y el sistema inmunológico.
- Vitamina C: potencia el sistema inmunitario y favorece la absorción del hierro.
- Vitamina B6: participa en el metabolismo de proteínas y la función cerebral.
- Ácido fólico: vital para la formación celular y prevención de defectos congénitos.
- Hierro: indispensable para la producción de hemoglobina y prevención de la anemia.
- Calcio: fortalece huesos, dientes y participa en la contracción muscular.
- Potasio: regula el equilibrio hídrico y la función cardiovascular.