Fabaceae 22
Leguminosas
Entre los alimentos de origen vegetal con más propiedades nutritivas se encuentran las leguminosas. Estas son semillas que se desarrollan en vainas y su cultivo se ha extendido por casi todo el planeta. Los frijoles, judías, caraotas y guisantes son algunos de los más populares.
Caña fistula
La caña fistula es uno de los árboles ornamentales más conocidos en el mundo. Es oriundo de Asia y ha sido introducido en todos los países tropicales de América, donde se ha naturalizado satisfactoriamente. Pertenece a la familia Fabaceae y se identifica científicamente como Cassia fistula. Se reproduce por semilla, tiene un sistema de raíces profundo y es resistente a la sequía.
Cersis Siliquastrum
Conocido popularmente como Árbol del Amor, Árbol de Judas, Árbol de Judea, Pata de vaca, Algarrobo o Ciclamor, el Cersis Siliquastrum es un árbol ornamental muy atractivo a la vista por su color lila. Este delicado tono contrasta con el marrón oscuro de la madera del tronco. Donde sea que se plante, embellece el lugar.
Delonix regia
Esta planta es originaria de Madagascar, pero fue «adoptada» en casi todo el mundo. Es admirada en los diferentes paisajes por su brillante colorido. Su nombre científico es Delonix regia, pero en cada región tiene una denominación diferente. En México es llamada tabachín, en Colombia acacia roja, en Venezuela josefino y en Argentina chivato. Sin embargo, el «apodo» más común es flamboyant.
Cassia fistula
En los últimos días de la primavera parece que llueve oro, pues la Cassia fistula está en plena floración. Catalogada como una especie fanerógama, por su capacidad para producir semillas, es miembro de la familia de las leguminosas. Es conocida también como casia purgante, lluvia de oro, hojasén o caña fístula. Se trata de un arbusto autóctono de los suelos del Medio Oriente, Asia y Egipto. Los tailandeses lo escogieron como su árbol nacional, y se le puede hallar en casi toda Centroamérica.
Sophora japonica
El género Sofora o Sophora tiene su origen en tierras chinas, aunque está conformado por cerca de 40 variedades provenientes de todo el mundo. La Sophora pertenece a la familia Leguminosae y entre sus principales exponentes destacan la Sophora longicarinata, Sophora macrocarpa, Sophora toromiro y la Sophora japonica. Esta última tiene sus propios especímenes, muy empleados en la decoración de jardines. Son populares la Sophora japonica pubescens, la Sophora japonica variegata, la Sophora japonica Dot y la Sophora japonica péndula.
Judías verdes
Las judías verdes son plantas herbáceas anuales, generalmente trepadoras, que se cultivan ampliamente por sus vainas comestibles. Las semillas contenidas en estas vainas constituyen un alimento básico en muchas culturas alrededor del mundo. Aunque se las conoce comúnmente como judías verdes, esta planta recibe diversos nombres dependiendo de la región, tales como poroto, frijol, alubia o habichuela, reflejando su amplia distribución geográfica y cultural.
El origen de las judías verdes se sitúa en las regiones de Mesoamérica y Sudamérica, especialmente en el Altiplano peruano, donde existen evidencias arqueológicas que indican su cultivo desde hace más de 8.000 años. Este largo proceso de domesticación ha dado lugar a una gran diversidad de variedades adaptadas a diferentes climas y suelos.
Entre las múltiples variedades, una de las más conocidas y cultivadas es Phaseolus vulgaris, que pertenece a la familia Fabaceae, un grupo botánico que incluye muchas leguminosas importantes para la alimentación humana y animal. Esta familia se caracteriza por su capacidad de fijar nitrógeno en el suelo, contribuyendo así a la fertilidad del terreno, lo que hace a las judías verdes no solo un alimento nutritivo sino también beneficioso para la agricultura sostenible.
Además de su valor nutricional, las judías verdes son apreciadas por su versatilidad culinaria. Se pueden consumir frescas, cocidas al vapor, salteadas, en guisos o ensaladas, y son una fuente significativa de fibra, vitaminas (como la vitamina C y ácido fólico) y minerales esenciales. Por todo ello, su cultivo y consumo continúan siendo relevantes en la dieta mundial contemporánea.
Descripción y características de las judías verdes
La judía verde es una planta herbácea anual que puede crecer de forma erecta o trepadora. Gracias a sus guías flexibles, se adhiere y asciende sobre muros, postes o cualquier estructura que facilite su desarrollo vertical. Su tallo es pubescente, lo que significa que está cubierto por una fina capa de vellosidades que le confiere una textura ligeramente suave.
Las hojas de la judía verde son trípinnadas, con una forma lanceolada que se caracteriza por tener folíolos anchos y ovados. Su color es un verde intenso, lo que refleja un estado saludable y una alta presencia de clorofila, esencial para la fotosíntesis.
Las flores, que aparecen en racimos axilares, son generalmente más cortas que las hojas y se disponen en grupos que facilitan la polinización. La planta posee un gineceo que, tras la fertilización, se desarrolla en una legumbre de tipo lineal, fina y larga, comúnmente conocida como vaina o judía. Estas vainas son de color verde y contienen en su interior entre 4 y 10 semillas con forma arriñonada, que son los frijoles o porotos que consumimos.
En muchas variedades, las vainas tiernas son comestibles y se utilizan ampliamente en la gastronomía de diversas regiones, donde reciben nombres como “chauchas” en países como Argentina y Chile. Estas vainas se pueden consumir frescas, hervidas, al vapor o salteadas, y son apreciadas por su textura delicada y su sabor suave.

Historia y difusión de las judías verdes
Las antiguas civilizaciones prehispánicas de Mesoamérica y Sudamérica, especialmente en las regiones del Altiplano peruano, tenían un profundo conocimiento de la planta que hoy conocemos como judía verde. No solo consumían sus semillas como alimento básico, sino que también las utilizaban como moneda de cambio, lo que refleja su gran valor económico y cultural en esas sociedades.
Tras la llegada de los españoles a América en el siglo XV, las judías verdes cruzaron el océano Atlántico y se introdujeron en Europa. Su cultivo se difundió rápidamente por distintas regiones europeas y asiáticas, adaptándose a diversos climas y suelos. Este intercambio biocultural contribuyó a la globalización de la judía verde, convirtiéndola en un alimento fundamental en muchas tradiciones culinarias alrededor del mundo.
Consumo y usos culinarios
Las judías verdes pueden consumirse tanto frescas como secas, aunque el término «judías verdes» se utiliza específicamente para referirse a su consumo en estado fresco. En esta forma, se aprovecha tanto la vaina o legumbre que envuelve la semilla como la semilla misma, consumiéndose sin necesidad de separar ninguno de sus componentes.
Cuando se consumen frescas, las judías verdes generalmente se cocinan previamente mediante hervido, salteado o al vapor, lo que permite conservar su textura crujiente y su sabor característico. Este método de preparación es común en diversas gastronomías alrededor del mundo, donde se utilizan como guarnición o ingrediente en ensaladas, guisos y salteados.

Por otro lado, el consumo de judías secas implica un proceso distinto. En este caso, las legumbres se dejan madurar completamente en la planta hasta que las semillas alcanzan su tamaño y forma definitivos, generalmente con una característica forma arriñonada. Una vez maduras, las vainas se recolectan, se extraen las semillas y se dejan secar para su posterior almacenamiento y comercialización.
Estas judías secas, conocidas comúnmente como alubias o frijoles, requieren una preparación diferente, como remojo previo y cocción prolongada, para ablandar las semillas y hacerlas aptas para el consumo. Son un ingrediente fundamental en diversas cocinas tradicionales, proporcionando una fuente importante de proteínas y fibra.
En resumen, para ser precisos, el término «judías verdes» se refiere exclusivamente a las vainas frescas, consumidas con sus semillas aún dentro, mientras que las semillas secas extraídas se conocen como judías secas o frijoles, con usos culinarios y características distintas.
Cultivo y manejo agronómico
Las judías verdes prefieren climas templados y húmedos, siendo los ambientes cálidos los más adecuados para su desarrollo óptimo. Las temperaturas por debajo de los 12°C ralentizan y dificultan el crecimiento de las plantas, mientras que las superiores a 30°C pueden provocar el aborto de las vainas, afectando gravemente la producción. Por ello, las condiciones moderadamente cálidas, con temperaturas estables, son las ideales para cultivar judías verdes con éxito.
En cuanto al suelo, estas plantas son relativamente tolerantes, siempre que el terreno sea ligero, bien drenado y rico en materia orgánica, lo que favorece un crecimiento vigoroso y saludable. El pH óptimo del suelo se encuentra entre 6 y 7,5, condiciones ligeramente ácidas a neutras que facilitan la absorción de nutrientes esenciales. Es importante también permitir que el suelo recupere su temperatura tras la temporada fría antes de proceder a la siembra, ya que un suelo demasiado frío puede afectar la germinación y el desarrollo inicial de las plantas.

La siembra de judías verdes se realiza de forma directa a partir de semillas. Se colocan de 2 a 3 semillas por hoyo, cubriéndolas con aproximadamente 2,5 centímetros de tierra para protegerlas y fomentar su germinación. La profundidad y el espaciamiento adecuados favorecen un desarrollo uniforme y evitan la competencia excesiva entre plantas.
La primavera, una vez que el suelo ha alcanzado una temperatura favorable, es la estación ideal para iniciar la siembra. En regiones donde no existen temporadas frías marcadas, la siembra puede adelantarse al otoño, aprovechando las condiciones climáticas más suaves de esa época.
La germinación suele ocurrir entre 7 y 10 días después de la siembra, dependiendo de las condiciones ambientales y la calidad de las semillas. La recolección de las vainas se realiza aproximadamente a los 90 días, cuando alcanzan una longitud de alrededor de 15 centímetros. Es fundamental cosechar en el momento adecuado para garantizar la mejor textura y sabor de las judías verdes.
El riego debe ser constante y equilibrado, manteniendo la humedad adecuada del suelo sin llegar a provocar encharcamientos, que pueden generar enfermedades radiculares. Un sistema de riego por goteo es recomendable, ya que proporciona agua directamente a la zona radicular, optimizando el consumo y minimizando riesgos.
Además, para maximizar el rendimiento, es conveniente realizar labores de deshierbe y aireación del suelo periódicamente, así como aplicar fertilizaciones orgánicas o minerales según las necesidades del cultivo. La rotación con otros cultivos también ayuda a mantener la salud del suelo y reducir la incidencia de plagas y enfermedades.
Beneficios nutricionales y producción mundial
En muchos menús de restaurantes, las judías verdes suelen aparecer bajo el nombre de «chauchas», un término común en varios países de habla hispana. Estas legumbres inmaduras se distinguen por sus múltiples beneficios nutricionales. Son bajas en calorías y una excelente fuente de fibra dietética, potasio y beta-carotenos, nutrientes esenciales para mantener una buena salud.
Gracias a su contenido en fibra y vitaminas, las judías verdes contribuyen significativamente a la reducción del colesterol LDL (colesterol «malo») en el organismo, ayudando así a prevenir enfermedades cardiovasculares. Además, su alto aporte de fibra favorece el tránsito intestinal, previniendo el estreñimiento y promoviendo una digestión saludable. También son útiles en dietas para el control del peso, ya que aportan sensación de saciedad sin añadir muchas calorías.

Es importante destacar que las judías verdes deben consumirse cocidas, ya que tanto la vaina como las semillas contienen sustancias que pueden ser tóxicas si se ingieren crudas. La cocción adecuada elimina estos compuestos y facilita la digestión, permitiendo aprovechar todos sus nutrientes.
En cuanto a la producción mundial, India se posiciona actualmente como el principal país productor de judías verdes, gracias a sus condiciones climáticas favorables y a la demanda creciente tanto en mercados locales como internacionales. Otros países con producción destacada incluyen China, Egipto y Turquía.
Finalmente, las judías verdes son muy versátiles en la cocina: pueden ser utilizadas en ensaladas, guisos, salteados o como guarnición, aportando sabor y valor nutricional a una amplia variedad de platos.
Wisteria sinensis
La enredadera que crece en suelos asiáticos es conocida científicamente como Wisteria sinensis, aunque popularmente recibe diversos nombres comunes, entre ellos glicina, visteria china, glicina china o flor de la pluma. Esta especie es originaria de siete provincias chinas: Hebei, Hubei, Yunnan, Guizhou, Henan, Guangxi y Shaanxi. Además, su cultivo y naturalización se ha extendido a otros países como Corea, Japón y Estados Unidos, donde se valora tanto por su belleza ornamental como por su capacidad para cubrir estructuras y embellecer jardines.
El nombre Wisteria fue asignado en honor al anatomista estadounidense Caspar Wistar, quien falleció en 1818. Esta denominación refleja la tradición de nombrar plantas en reconocimiento a figuras destacadas en la ciencia y la medicina. La Wisteria sinensis destaca no solo por su atractivo estético, sino también por sus características botánicas únicas, como sus racimos colgantes de flores violetas o azuladas, que florecen abundantemente en primavera, creando un espectáculo visual y aromático muy apreciado en la jardinería a nivel mundial.
Datos generales y características botánicas
La Wisteria sinensis pertenece al género Wisteria, que agrupa alrededor de una decena de variedades de plantas trepadoras leñosas. Estas especies son reconocidas principalmente por su crecimiento vigoroso y su capacidad para cubrir muros, pérgolas y estructuras con un follaje denso y atractivo.
La Wisteria sinensis es una planta leguminosa, perenne y leñosa, conocida por su caducidad, es decir, que pierde sus hojas durante el invierno. Aunque es una enredadera natural, su crecimiento puede ser guiado para adoptar una forma arbustiva, lo que la hace versátil en jardines y espacios exteriores. Puede crecer hasta un metro por año, alcanzando finalmente alturas de hasta 30 metros cuando se le permite desarrollarse libremente.
Su tronco es notablemente grueso y se caracteriza por retorcerse en dirección contraria a las manecillas del reloj, un rasgo distintivo que aporta interés visual incluso cuando la planta está desnuda en invierno. Las hojas de la Wisteria sinensis son compuestas y alternas, formadas por aproximadamente una docena de hojuelas opuestas, enteras y puntiagudas, cada una con una longitud cercana a los 10 centímetros.
Las flores, uno de los aspectos más atractivos de esta especie, varían en tonalidades desde el blanco hasta el lila. Se presentan en racimos colgantes, densos y fragantes, que florecen típicamente en primavera, creando un espectáculo visual y olfativo que la convierte en una opción popular para embellecer patios, pérgolas y muros. Además, estas flores desprenden un aroma suave y agradable que añade valor sensorial a los espacios donde se cultivan.
La resistencia y facilidad de cultivo de la Wisteria sinensis permiten su adaptación a diferentes tipos de suelo y condiciones climáticas, siempre que reciba suficiente luz solar y un soporte adecuado para trepar. En cuanto a su longevidad, esta planta puede vivir hasta 100 años o más, mostrando una durabilidad comparable a la de los seres humanos. Un ejemplar particularmente notable se encuentra en los terrenos del Museo de la Radio en Ponferrada, España, con una edad estimada de 140 años, evidenciando su capacidad para perdurar y mantener su belleza a lo largo del tiempo.
Variedades de Wisteria
Hasta mayo de 2015, se han registrado cerca de una decena de variedades de Wisteria. A continuación, se describen algunas de las más destacadas, junto con datos relevantes sobre su descubrimiento y características específicas:
- Wisteria brevidentata: una variedad menos común, reconocida por sus hojas con bordes ligeramente dentados.
- Wisteria frutescens: encontrada en Estados Unidos en 1823, esta especie es conocida por su resistencia a climas más fríos y su floración más breve en comparación con otras variedades.
- Wisteria venusta: también conocida como wisteria seda o aterciopelada, fue descubierta en 1916. Se caracteriza por su inflorescencia diminuta pero abundante, que le confiere un aspecto delicado y elegante.
- Wisteria sinensis: descubierta en China alrededor de 1826, es una de las variedades más populares por sus racimos colgantes de flores lilas que pueden alcanzar hasta 30 cm de longitud.
- Wisteria brachybotrys: vista por primera vez en 1839, esta variedad se distingue por sus flores más cortas y densas, con un aroma suave y agradable.
- Wisteria floribunda: registrada en 1825 y comúnmente conocida como wisteria japonesa, destaca por tener las inflorescencias más largas entre las Wisterias, algunas llegando a medir hasta 1 metro, y por su amplia gama de colores, desde blanco hasta púrpura oscuro.
- Wisteria formosa: un híbrido resultante del cruce entre Wisteria floribunda y Wisteria frutescens, originado en Estados Unidos. Esta variedad combina la resistencia al frío de la frutescens con la abundante floración de la floribunda.
- Wisteria villosa: la última variedad registrada hasta la fecha, alrededor de 1926, reconocida por sus hojas vellosas y flores aromáticas que aparecen en racimos compactos.
- Wisteria ventusa: una variedad menos estudiada, pero que se caracteriza por su rápido crecimiento y su adaptabilidad a diferentes tipos de suelo.
Flores, frutos y toxicidad
La Wisteria sinensis produce frutos en forma de vainas largas, de textura aterciopelada y aspecto llamativo. Estas vainas pueden medir hasta 15 cm de largo y contienen tres semillas esféricas, planas, lisas y de color pardo. Es fundamental mantenerlas fuera del alcance de niños y mascotas, ya que son altamente tóxicas y pueden provocar síntomas como vómitos, mareos, cefalea y malestares gastrointestinales.
Las flores, que constituyen uno de los rasgos más distintivos de esta especie, se agrupan en racimos colgantes que pueden alcanzar hasta 30 centímetros de longitud. Su forma delicada recuerda a mariposas, presentando una gama de colores que va desde el lila hasta el violeta intenso, acompañados de una fragancia suave, fresca y natural que resulta especialmente agradable para los sentidos.
Para un desarrollo óptimo, la Wisteria sinensis requiere al menos cuatro horas diarias de luz solar directa, aunque también puede adaptarse a condiciones de sombra parcial. Además, prefiere suelos bien drenados y fértiles, y una ubicación protegida de vientos fuertes para favorecer una floración abundante y prolongada durante la primavera.
Cultivo y cuidados
Al elegir una Wisteria sinensis para el cultivo, es aconsejable optar por ejemplares que ya estén en floración. Esto permite apreciar con claridad el color real de sus flores y evaluar la intensidad de su fragancia, características que varían según la variedad.
Esta planta se adapta mejor a climas con temperaturas moderadas, aunque posee una notable resistencia a las heladas intensas. No obstante, para asegurar su óptimo desarrollo es fundamental proporcionarle un suelo húmedo pero bien drenado, evitando terrenos con alta concentración de caliza. La presencia de caliza puede inducir clorosis férrica, una deficiencia que provoca el amarillamiento de las hojas y, en casos extremos, la pérdida total del follaje.
Además, debido a su rápido crecimiento, la Wisteria sinensis requiere de un suelo profundo que permita una expansión adecuada de sus raíces. Se recomienda preparar el terreno con una buena capa de sustrato rico en materia orgánica para favorecer la absorción de nutrientes y la retención de humedad.
Para facilitar un correcto enraizamiento y desarrollo, es ideal plantar la wisteria en un lugar donde reciba al menos seis horas diarias de sol directo, ya que la luz solar estimula la floración abundante y vigorosa. Finalmente, es importante realizar una poda anual estratégica, que ayudará a controlar su crecimiento y a fomentar la producción de flores en las temporadas siguientes.
En cuanto al riego, la Wisteria sinensis requiere un suministro moderado de agua, aumentando la frecuencia durante sus primeros años para favorecer un buen establecimiento. Es fundamental mantener el sustrato ligeramente húmedo, evitando encharcamientos que puedan provocar la pudrición de las raíces.
Para asegurar un crecimiento saludable y una floración abundante, es recomendable aplicar fertilizante orgánico cada año, preferentemente en primavera. Durante el periodo de floración, las dosis pueden incrementarse para potenciar la producción de flores y mejorar el vigor de la planta.
La poda es una práctica esencial para mantener la forma y la salud del ejemplar. Se realiza una poda profunda en invierno, destinada a eliminar ramas muertas, enfermas o que distorsionan la estructura del arbusto. En verano, se efectúan podas ligeras cada dos semanas para controlar el crecimiento excesivo y fomentar la ramificación, lo que contribuye a una floración más densa y atractiva.
Además, es importante proporcionar un soporte resistente, ya que la Wisteria sinensis es una planta trepadora vigorosa que puede alcanzar gran tamaño. Un enrejado, pérgola o muro firme facilitará su desarrollo vertical y realzará su valor ornamental en el jardín.
Reproducción y usos ornamentales
La reproducción de la Wisteria sinensis puede realizarse mediante esquejes, semillas, acodo o injerto, aunque cada método presenta características particulares. La propagación por esqueje es común y efectiva; para favorecer el enraizamiento, se recomienda sumergir los esquejes en una solución hormonal durante 24 horas antes de plantarlos. Este método acelera el desarrollo de raíces y mejora la tasa de éxito.
La reproducción por semillas no es aconsejable debido a que la planta tarda aproximadamente una década en florecer cuando se cultiva de esta forma, lo que limita su utilidad para fines ornamentales o comerciales.
El acodo es un método más sencillo y rápido para multiplicar la glicina, y se realiza preferentemente en otoño. Consiste en cavar una pequeña zanja donde se coloca una rama baja de la planta, acostada y cubierta con tierra, asegurando un buen riego. Esta técnica permite que la rama desarrolle raíces mientras sigue unida a la planta madre, y para la primavera siguiente, la nueva planta estará lista para ser trasplantada.
El injerto se utiliza principalmente para mejorar características específicas de la planta o para aprovechar ramas ya enraizadas que no cumplen con las expectativas, siendo una técnica más especializada que requiere cierta experiencia.
Además de su valor en jardinería, la Wisteria sinensis es apreciada en el arte del bonsái debido a su alta tolerancia al podado y su capacidad para desarrollarse en espacios reducidos manteniendo su belleza característica. Su importancia decorativa radica en sus vistosas flores colgantes, que varían del azul al violeta, y en su fragancia dulce y penetrante, que contribuye a crear ambientes agradables.
Como planta trepadora, se emplea frecuentemente para revestir paredes, pérgolas, rejas, garajes y otros espacios arquitectónicos, aportando un toque natural y elegante. Además, su follaje denso proporciona sombra y privacidad, lo que la convierte en una opción versátil para el diseño de jardines y espacios exteriores.
Guisantes
El guisante es una planta herbácea de crecimiento bajo, no un árbol, cuyo sistema radicular se extiende verticalmente en la tierra, funcionando como una prolongación del tallo. Sus hojas presentan una estructura característica en forma de zarcillos, que pueden alcanzar hasta 4 centímetros de longitud, permitiendo que la planta se enrede y sostenga en soportes naturales o artificiales. Las semillas del guisante se encuentran protegidas dentro de vainas, y cada una puede contener hasta 10 semillas, dependiendo de la variedad y las condiciones de cultivo.
La reproducción del guisante ocurre principalmente entre los meses de febrero y marzo, aunque puede adelantarse a noviembre si las condiciones climáticas son favorables y el ambiente es benigno, con temperaturas templadas y humedad adecuada. Esta flexibilidad en el ciclo reproductivo permite que su cultivo sea viable en diferentes regiones y estaciones.
Esta leguminosa es conocida por su adaptabilidad y no presenta grandes exigencias para su siembra. Se desarrolla óptimamente en climas semitropicales y requiere terrenos bien arados para favorecer el desarrollo radicular y la aireación del suelo. Para asegurar un crecimiento saludable, es recomendable suministrar un abono complejo que incluya nutrientes esenciales, junto con enmiendas como cal y dolomita, las cuales ayudan a corregir la acidez del suelo y aportan calcio y magnesio, elementos fundamentales para la nutrición de la planta.
El guisante no tolera suelos muy ácidos, por lo que es fundamental mantener un pH del suelo superior a 6,5. Además, necesita una exposición constante a la luz solar para llevar a cabo la fotosíntesis de manera eficiente. En cuanto al riego, requiere un suministro regular y frecuente de agua, especialmente durante la floración y el desarrollo de las vainas. En períodos de sequía, se recomienda implementar un sistema de riego por aspersión o goteo que garantice una hidratación uniforme y suficiente.
Asimismo, es importante proteger la planta de diversas plagas y enfermedades, ya que es susceptible al mildiu, insectos como pulgones y polillas que pueden afectar seriamente su rendimiento y calidad. Para ello, se deben aplicar prácticas integradas de manejo fitosanitario, que incluyen la rotación de cultivos, el uso de variedades resistentes y, cuando sea necesario, la aplicación controlada de pesticidas o fungicidas respetuosos con el medio ambiente.
Características de la planta y variedades de guisantes
La planta de los guisantes (Pisum sativum) es una especie herbácea anual perteneciente a la familia de las leguminosas (Fabaceae). Su cultivo se realiza principalmente por sus semillas, que se consumen de diversas formas: frescas, congeladas, enlatadas, en conserva, entre otras presentaciones culinarias.
Existen tres variedades principales de plantas de guisantes, diferenciadas por la altura de su tallo:
- Variedad enana: con un tallo que mide entre 35 y 60 centímetros.
- Variedad semienana: con tallos que oscilan entre 60 y 70 centímetros.
- Variedad trepadora: que puede alcanzar alturas de 100 a 180 centímetros, apoyándose en estructuras o mediante zarcillos para sostenerse.
Las flores de los guisantes suelen crecer agrupadas en racimos de tres o cuatro unidades. La corola presenta tonalidades que varían según la variedad: generalmente es blanquecina en las especies destinadas al consumo de la semilla, mientras que en las variedades comestibles para vaina suele ser púrpura. Estas flores se disponen alrededor de distintos nudos del tallo.
El fruto de la planta es la vaina, que contiene semillas con formas globosas o ligeramente cúbicas. Cada vaina puede albergar entre 4 y 12 semillas, las cuales pueden ser lisas o rugosas. Estas semillas son generalmente de color verde, con un sabor dulce y una textura tierna, lo que las hace especialmente apreciadas en la gastronomía.
Además, cabe destacar que los guisantes no solo aportan valor nutricional, sino que también desempeñan un papel importante en la rotación de cultivos, ya que, como leguminosas, fijan nitrógeno en el suelo, mejorando su fertilidad para cultivos posteriores.
Beneficios y propiedades de los guisantes
Los guisantes son un ingrediente presente en aproximadamente el 90% de los platos caseros debido a su alto valor nutricional. Son ricos en proteínas, vitaminas y minerales esenciales que aportan múltiples beneficios para la salud humana.
En cuanto a la salud cardiovascular, los guisantes desempeñan un papel fundamental. Contribuyen a mejorar la circulación sanguínea al prevenir la formación de aterosclerosis, una enfermedad caracterizada por la acumulación de placas en las arterias que puede conducir a problemas circulatorios graves. Además, se ha demostrado que poseen propiedades hipocolesterolémicas, lo que significa que ayudan a reducir los niveles de colesterol LDL (colesterol «malo») en la sangre.
Especialistas en nutrición recomiendan incluir guisantes en la dieta como parte de la prevención de enfermedades cardíacas y cardiovasculares. Este efecto positivo se atribuye en parte a su contenido de vitamina C, que en el organismo se transforma en ácido ascórbico, un potente antioxidante que protege las células del daño oxidativo. Asimismo, los guisantes son una buena fuente de calcio y magnesio, minerales esenciales para la salud ósea y la función muscular.
Los beneficios de los guisantes no se limitan al sistema cardiovascular. También desempeñan un papel importante en el control de los niveles de glucosa en sangre. Gracias a su bajo índice glucémico, liberan la glucosa de forma gradual, lo que contribuye a mantener estables los niveles de azúcar en el organismo.
Este atributo convierte a los guisantes en un alimento especialmente recomendable para personas con diabetes, ya que ayudan a reducir la dependencia de la insulina y facilitan el control glucémico. Además, su alto contenido de fibra y proteínas favorece la digestión y ralentiza la conversión de almidones en azúcares simples, lo que contribuye a un mejor manejo metabólico.
Nutrientes saludables
Los guisantes son una valiosa adición a cualquier dieta, especialmente a las vegetarianas, debido a su rico perfil nutricional. Su contenido de magnesio es fundamental para la síntesis de proteínas, lo que los convierte en un alimento especialmente beneficioso para niños y adolescentes en crecimiento, ya que contribuyen al desarrollo muscular y óseo.
Además, los guisantes contienen una variedad de fitonutrientes que promueven la salud celular y protegen contra diversas enfermedades. Entre estos destaca el coumestrol, un polifenol con propiedades antioxidantes que ayuda a neutralizar los radicales libres, reduciendo el daño celular y el envejecimiento prematuro.
Investigaciones recientes también han reconocido a los guisantes verdes como una fuente significativa de ácidos grasos omega-3, específicamente ácido alfa-linolénico (ALA). Este nutriente esencial contribuye a la salud cardiovascular y al funcionamiento óptimo del sistema nervioso.
Asimismo, varios estudios han comenzado a explorar el papel de los guisantes en la prevención del cáncer, particularmente el cáncer de estómago, una enfermedad que se asocia con dietas bajas en nutrientes antioxidantes y antiinflamatorios. Un informe elaborado por especialistas mexicanos concluyó que el consumo diario de guisantes, junto con otras legumbres, está relacionado con una reducción notable en el riesgo de desarrollar este tipo de cáncer.
Este efecto protector se atribuye principalmente a la ingesta de polifenoles como el coumestrol, que, en cantidades iguales o superiores a 2 miligramos por día, ejerce una acción antiinflamatoria y antioxidante significativa. Incorporar guisantes en la dieta no solo aporta sabor y textura, sino también beneficios esenciales para la salud a largo plazo.
Historia y cultivo del guisante
Los guisantes tienen una historia que se remonta a miles de años. Se han encontrado restos fosilizados de guisantes en rocas sedimentarias, aunque estos fósiles pueden presentar alteraciones en su composición original o deformaciones debido a los procesos geológicos a lo largo del tiempo.
Estos vestigios fueron descubiertos en regiones de Oriente Medio, datando de hace poco más de 10,000 años. Los guisantes fueron uno de los primeros cultivos domésticos que se desarrollaron poco después del trigo y la cebada. Su cultivo se extendió rápidamente, llegando a Europa y diversas zonas del subcontinente indio. Sin embargo, hasta el siglo XVI, su uso predominante era como grano seco para consumo o como forraje para el ganado, más que como alimento fresco.
Posteriormente, los guisantes adquirieron relevancia científica gracias a los experimentos de genética realizados por Gregor Mendel en el siglo XIX. Mendel utilizó esta planta para descubrir las leyes fundamentales de la herencia, dado que los guisantes presentan características fácilmente observables y controlables, como el color y la forma de las semillas.
Consumo y preparación del guisante
Las recetas que se pueden elaborar con guisantes son innumerables y muy variadas. Se pueden preparar en puré, sopas, hervidos, paellas, gratinados, guisos para empanadas y empanadillas, minestrones, tortillas, pizzas, pastas, ensaladas, salsas y mucho más. Esta versatilidad convierte al guisante en un ingrediente ideal para múltiples tipos de platos.
Lo más destacado de los guisantes es su bajo contenido calórico combinado con un perfil nutricional muy beneficioso. Son una fuente importante de minerales como sodio, hierro, zinc y selenio, además de contener vitaminas esenciales como niacina (B3), folato (B9), tiamina (B1), piridoxina (B6) y vitamina A, entre otras. Estas propiedades contribuyen a fortalecer el sistema inmunológico, mejorar la salud cardiovascular y favorecer el correcto funcionamiento del metabolismo.
En cuanto a su preparación, los guisantes requieren un tiempo de cocción breve, generalmente entre dos y cinco minutos. Por ello, se suelen añadir al final de la cocción para preservar su textura y sabor. Para consumirlos a la inglesa, es decir, simplemente hervidos, se recomienda colocarlos en una olla con agua caliente y sal durante dos minutos si son frescos o cinco minutos si están congelados.
Una vez cocidos, es importante escurrirlos y sumergirlos en agua con hielo para detener la cocción y conservar su forma firme y un color verde vibrante. Como toque final, un chorrito de aceite de oliva virgen extra y una pizca de pimienta negra realzan su sabor natural, haciendo que los guisantes sean un acompañamiento delicioso y saludable para cualquier plato.
Alfalfa
Se le conoce como alfalfa, mielga, alfaz, mielcas y alfalce, y su nombre científico es Medicago sativa. Es una especie de planta herbácea, de la familia de las fabáceas o leguminosaes, muy rica en vitaminas, minerales y proteínas, provechosos para el organismo.