Aunque su nombre científico es Convolvulus, es llamada campanilla, corregüela o correhuela. En la actualidad existen unas 250 especies de esta planta silvestre que entra en la categoría de flor perenne, puesto que se conserva verde y floreada casi todo el año. En buenas condiciones y con los cuidados adecuados, se desarrolla hasta convertirse en un arbusto de hasta 2 metros de altura, aunque las flores cuelgan en delicados hilos que van de 2 a 7 centímetros aproximadamente.
Características de la campanilla
Proviene de Transilvania y de los Montes Cárpatos, donde también se le conoce como farolillo de los cárpatos. Su cultivo data del siglo XVII y para entonces, se decía que su significado era Esperanza, por lo que regalar un mazo de estas flores, era un obsequio muy apreciado.
La campanilla tiene hojas que crecen en espiral y la flor se forma como una curiosa trompeta que se tiñe de azul, rosado, blanco, violeta y amarillo, entre otras lindas tonalidades.
Si bien es cierto que en muchos sitios es cultivada para adornar fachadas, corredores y jardines, también es cierto que en algunas naciones es considerada como una amenaza y se le cataloga como “mala hierba”, debido a la capacidad que tiene para expandirse sobre otras matas, hasta arroparlas y ahogarlas por completo.
Propiedades medicinales de la campanilla
La campanilla, por sus múltiples variedades, se puede encontrar en muchísimas regiones, pero los mayores sembradíos se hallan en áreas templadas o frías, en especial en bosques y vergeles muy tupidos, donde se explaya con todo su esplendor, como intentando robar protagonismo.
Pese a ser señalada como “mala hierba”, la flor de campanilla es bonita y exótica. Sus colores atraen, pero las amas de casa no la siembran solo por eso, sino también para aprovechar sus supuestas bondades medicinales. Sus enormes hojas en forma de corazón y su raíz, son usadas para el tratamiento de ciertas afecciones. Se dice que el té de campanilla ayuda a combatir el estreñimiento, por lo que se consume como purgante.
Una belleza en el jardín
La campanilla es muy popular en países como Estados Unidos, donde resulta un verdadero espectáculo visual contemplar a los colibríes y otros pájaros que se nutren del néctar que emanan. El fácil acceso a los pétalos, que son largos y estrechos, hace que estas bellas aves se posen sobre la flor, haciendo mucho más hermoso el panorama.
Las flores forman racimos que lucen estupendos en jarrones para decorar corredores o las salas, de hecho se utilizan mucho para la ambientación de bodas y eventos campestres.
Los cuidados de la campanilla
A pesar de que la campanilla es una planta que crece en climas templados, las flores aparecen con más frecuencia durante las temporadas de primavera y otoño. Quienes deseen sumarla a sus viveros, deben tomar en cuenta estas recomendaciones:
- Lo más importante para que tenga buena salud, es que se le garantice mucha luz, aunque no de manera directa. Con que reciba algo de la claridad que proporcionan los rayos del sol, será suficiente para que se nutra y se mantenga viva.
- La campanilla también requiere de tierra de tipo calcárea (caliza) para que crezca de forma óptima.
- Aunque la florecilla de esta especie se acopla muy bien a los espacios internos, es preferible mantenerla en patios y jardines.
- Los especialistas en botánica sugieren que el riego de la campanilla sea constante, aunque sin abusar del agua para evitar que se pudra o se enfermen sus hojas.
- Las flores y hojas secas se deben eliminar para que la planta no sea atacada por hongos o bichos depredadores.
- Este tipo de flor suele servir de alimento para insectos y larvas, por lo que conviene fumigar.
- Lo mejor sería habilitar un área específica para que crezca sola y no se “coma” a los demás árboles.
- Se deben eliminar las alimañas que puedan atraer gusanos que dañen los tallos, las hojas y las flores.
- La primavera es una buena época para trasplantarla, aunque se puede acelerar el proceso si las raíces sobrepasan la capacidad de la macera. Un poco de arena y otro de tierra fértil es lo que se requiere para que pegue.
- El abono no puede faltar. Lo ideal es hacerlo en primavera y en verano y lo mejor es utilizar un abono líquido que debe agregarse al agua de riego, cada dos o tres semanas. En resto del año se debe obviar esta práctica. El mejor abono es que el que contiene nitrógeno, fósforo y potasio. También funcionan muy bien los microelementos. A veces es prudente disminuir un poco las cantidades indicadas en las etiquetas de los envases, pero siempre es bueno consultar a un especialista.
- Se debe procurar añadir nutrientes que favorezcan su crecimiento como hierro, manganeso, cobre, cinc, boro y molibdeno.
- Cuando finalice el invierno es apropiado podar un poco la planta. Para ello se deben usar tijeras desinfectadas y afiladas.