Emparentada con el cardo común, la alcachofa – también conocida como alcaucil en lagunas regiones – es una planta de robustas hojas verdes, muy apreciada en la gastronomía y por sus propiedades medicinales. La forma característica que posee su receptáculo floral y que conforma la parte comestible, llama la atención en esta planta perteneciente a la familia Asteraceae y que recibe el nombre científico de Cynara scolymus. Se cree que su origen se ubica en Egipto y el Norte de África, ya que es conocida desde la antigüedad. El llamado “corazón” de la alcachofa es parte de platos muy requeridos y, también, se comercializa en conservas.
Descripción de la alcachofa, sus características
Esta planta comparte un parentesco muy cercano con el cardo común, por lo que guarda algunas similitudes con éste.
La alcachofa es un arbusto perenne que puede alcanzar una altura promedio que va desde 1,5 metros hasta los 2 metros. La planta brota desde su propia cepa, todos los años, al finalizar el invierno. Se puede observar que sus hojas son grandes y divididas en grandes segmentos y con escasas espinas, a diferencia de su pariente, el cardo. Estas hojas de la alcachofa son de color verde claro en el haz, mientras que el envés se encuentra cubierto por unas pequeñas fibras que le dan un aspecto más claro y pálido.
El tallo es bastante largo y a medida que crece, presenta menos hojas. La forma de este tallo es marcadamente cilíndrica y presenta algunos surcos. En el extremo del tallo o como suele decirse, en su ápex, aparecen unas cabezuelas extremadamente sobresalientes, conformadas por unas brácteas coriáceas, que son, precisamente, las alcachofas comestibles. Una vez que la planta florece, estas brácteas se endurecen de tal forma que ya no es posible consumirlas.
La alcachofa florece en verano y éstas son de un color rosado muy llamativo, similar al cardo. Las cabezuelas se deben recoger en verano, antes de su floración para su consumo y comercialización.
Beneficios y Propiedades de la alcachofa
La presencia de uno de sus principios activos, la cinarina, actúa como un excelente recuperador de las funciones hepáticas. Se lo utiliza exitosamente en casos de hígado graso, ictericia, hepatitis y otras insuficiencias hepáticas.
La cinarina colabora, también con la función biliar, ayudando a la digestión de las grasas. El extracto de alcachofa que se comercializa es muy recomendado para tratar procesos de indigestión, dispepsia y otros procesos identificados con la función digestiva.
El hígado es el órgano principal en el proceso de metabolizar grasas. Por eso, la alcachofa cumple una importante función para reducir los niveles de colesterol. Esto, a partir de la acción de la cinarina que hemos explicado. Así mismo, colabora en los tratamientos para reducir la hipertensión y en la prevención de la arteriosclerosis.
En la alimentación, las alcachofas son vegetales ideales para integrar dietas que requieran alimentos de bajo contenido graso y ricos en fibra.
Además de poseer excelentes propiedades vinculadas con el funcionamiento hepático, la alcachofa debe incorporarse a la dieta de los diabéticos, ya que ayuda a controlar la absorción de los hidratos de carbono, reduciendo los índices glucémicos. El alto contenido de potasio de estas plantas, convierten a la alcachofa en un excelente diurético.
¿Cómo cultivar alcachofa?
Cultivar alcachofa ofrece la posibilidad de contar con estos exquisitos productos de manera natural y donde el sabor mejora considerablemente, respecto a los de producción masiva.
Esta variedad de plantas requiere de climas templados, donde las máximas diurnas no superen los 24 °C y las nocturnas no sean inferiores a los 13 °C. El frío favorece la floración de las alcachofas, pero deben evitarse las heladas intensas, por debajo de los -3,8 °C.
El sistema radicular de la alcachofa es fuerte y profundo, siendo recomendado plantarlas en suelos profundos, arenosos, fértiles y bien drenados. Los suelos ligeramente alcalinos no son un inconveniente para nuestras plantas.
Antes de plantar alcachofas, es conveniente preparar la tierra, removiéndola hasta una profundidad de 30 centímetros. Esto facilita que la tierra esté aireada y la planta pueda enraizar con mayor facilidad. Esta tarea debe realizarse en invierno. Una combinación apropiada, para hacer nuestro suelo más fértil, puede ser una mezcla de tierra y estiércol al 50%.
La plantación puede hacerse a partir de semillas, pero es el método menos recomendable ya que la producción suele ser de baja calidad. La mejor opción es utilizar chupones que se extraen de las plantas adultas.
Se trabaja sobre surcos, en el terreno, separados unos 75 centímetros unos de otros. La distancia entre plantas debe ser de 60 centímetros. El riego debe ser continuo, manteniendo una buena humedad, tanto de la planta como del suelo, sobre todo en los ejemplares jóvenes. Por supuesto, siempre evitando el encharcamiento.
La recolección se realiza en verano y parte del otoño. Esta labor se realiza antes de la floración y se deben recoger aquellos ejemplares en los cuales las brácteas aún se encuentran cerradas. Una producida la recolección, las alcachofas que no se hayan desarrollado, deben ser cortadas. A finales de la primavera deben cortarse los tallos para favorecer la próxima cosecha.
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