Las camellias, como la Camellia japónica, son plantas perennes de larga vida que pueden presentarse como arbustos o pequeños árboles. Su altura varía entre 2 y 6 metros, dependiendo de la especie y las condiciones de cultivo, lo que las convierte en una opción versátil para jardines y espacios verdes.
Su follaje es denso y de un intenso color verde oscuro, brillante y atractivo incluso cuando la planta no está en floración, lo que aporta un aspecto ornamental durante todo el año. Las hojas son coriáceas, con bordes ligeramente dentados, lo que añade textura y profundidad al conjunto.
El crecimiento de las camellias suele iniciarse a principios de la primavera, un periodo en el que la planta retoma su desarrollo activo después del reposo invernal. Aunque las flores de la Camellia japónica pueden aparecer en diferentes épocas del año según la región —en ocasiones incluso desde finales del invierno—, el crecimiento óptimo y la floración más abundante se alcanzan durante la primavera. Este patrón estacional es fundamental para la planificación del cuidado y la poda, ya que influye en la salud y la longevidad de la planta.
Además, la Camellia japónica es apreciada por su resistencia a diversas condiciones climáticas y su capacidad para adaptarse a suelos ligeramente ácidos y bien drenados, lo que facilita su cultivo en distintas geografías. Su floración, que puede variar en color desde el blanco puro hasta tonos rosados y rojos intensos, la convierte en una elección favorita para quienes buscan combinar belleza y durabilidad en su jardín.
Historia de la Camellia japónica
Las primeras evidencias del uso y cultivo de la camellia se remontan a hace aproximadamente 5 000 años en China. Principalmente, se utilizaba para la producción de té, una bebida obtenida de una especie específica de camellia conocida como Camellia sinensis o Thea sinensis.
En China y Japón, la camellia tiene una tradición milenaria ligada tanto a la producción de té como a la obtención de aceite a partir de Camellia oleifera. En China, el consumo de té es una práctica ancestral que data de mucho antes de nuestra era, y ha sido parte fundamental de su cultura y sociedad.
En Japón, el té ha trascendido su función como bebida para convertirse en un verdadero arte de vivir, expresado a través de la ceremonia del té y la apreciación de objetos decorativos relacionados. Sin embargo, al igual que en China, la producción de té y aceite también representa una actividad económica importante.
El nombre del género Camellia fue otorgado por Carl Linnaeus, el renombrado botánico y taxónomo sueco, en honor a Georg Joseph Kamel (1661-1706), un boticario y botánico jesuita que trabajó principalmente en las Filipinas. Kamel fue pionero en el estudio y clasificación de diversas plantas tropicales, aunque la camellia no es originaria de esa región.
Se cree, aunque no está confirmado, que la primera camellia introducida en Europa llegó a través de Portugal en el siglo XVI, posiblemente mediante el comercio con Asia. Sin embargo, la historia documentada y el cultivo sistemático de la camellia en Europa comenzaron en Inglaterra durante el siglo XVIII, a pesar de que el clima no era ideal para su desarrollo al aire libre. Inicialmente, la planta se cultivaba en invernaderos para protegerla de las bajas temperaturas.
Los exploradores y botánicos ingleses solían traer plantas exóticas de sus expediciones alrededor del mundo. La primera camellia documentada en Inglaterra apareció a principios del siglo XVIII. En 1702, James Petiver, un boticario y naturalista, describió una planta con flores rojas que llamó Thea Chinensis, en su afán por encontrar la verdadera planta del té. Se considera que fue el Reino Unido quien introdujo la Camellia japónica en Europa durante sus continuas exploraciones en busca de té y aceite vegetal.
Para 1739, comenzaron a cultivarse las primeras variedades japónicas de camellia en Europa, aunque en aquel entonces la planta era un lujo reservado a la élite debido a su rareza y alto costo.
La camellia japónica se difundió rápidamente entre las cortes reales y principescas europeas. El rey Jorge III de Inglaterra plantó un ejemplar en el jardín de Pillnitz, cerca de Dresde, Alemania, donde aún puede encontrarse protegida por un gran invernadero durante los meses fríos debido a su tamaño y valor histórico. Además, su cultivo se extendió a otros países como Italia (en Caserta), Países Bajos y Francia. Durante ese período, la camellia japónica fue la única especie de camellia conocida y cultivada en Europa, consolidando así su importancia tanto ornamental como cultural.
Características generales de la Camellia japónica
La camellia japónica es una planta ornamental conocida por la belleza y variedad de sus flores, que se clasifican según su tamaño y forma. Estas flores pueden ser miniatura, medianas, grandes o muy grandes, lo que permite una gran diversidad en jardines y colecciones botánicas.
En cuanto al color, las flores de la camellia japónica presentan una amplia gama que va desde el blanco puro hasta un rojo muy intenso, incluyendo numerosas variedades bicolores que combinan tonalidades de blanco, rosa y rojo, aportando un atractivo visual único.
Además de su valor ornamental, las flores de camellia tienen propiedades medicinales reconocidas. Son astringentes, antihemorrágicas, hemostáticas y tónicas. Tradicionalmente, cuando se mezclan con aceite de sésamo, se emplean para tratar quemaduras y escaldaduras, aprovechando su capacidad para favorecer la cicatrización y reducir la inflamación. Estudios recientes han sugerido que la planta posee cierta actividad antitumoral, lo que abre nuevas perspectivas en la investigación farmacológica.
De las semillas de la camellia japónica se extrae un aceite no secante, muy apreciado en la industria de la peluquería y cosmética por sus propiedades hidratantes y nutritivas. Este aceite se compone principalmente de oleína, una sustancia que no se polimeriza ni oxida fácilmente, y que además permanece líquida a bajas temperaturas, evitando la formación de sólidos que podrían afectar su uso. Por otro lado, de los pétalos rojos o de la rosa de la planta se obtiene un tinte verde utilizado en algunas técnicas artesanales y cosméticas.
Cuidados de la Camellia japónica
Las camellias son plantas ericáceas que prefieren suelos ácidos, lo que facilita su cultivo en diversas regiones del mundo. Sin embargo, en terrenos calcáreos o alcalinos, su desarrollo puede verse comprometido. En estos casos, es recomendable cultivarlas en macetas con un sustrato enriquecido con turba y regarlas preferentemente con agua de lluvia, ya que el agua del grifo suele contener calcio que puede afectar negativamente su crecimiento. Además, se debe evitar plantar camellias cerca de paredes antiguas construidas con cal, dado que esta puede alterar la acidez del suelo circundante.
Las camellias japónicas toleran bien diferentes condiciones de luz, pudiendo crecer a pleno sol, sombra parcial o incluso sombra total. No obstante, la sombra parcial es la más adecuada, especialmente para ejemplares con flores blancas, ya que ayuda a preservar la intensidad y duración de la floración. Estas plantas son también muy resistentes a las bajas temperaturas y pueden soportar inviernos fríos sin mayores problemas.
Si bien las camellias son de crecimiento relativamente rápido, requieren cuidados específicos cuando se plantan en zonas expuestas a vientos fuertes. Durante los primeros años, es aconsejable proporcionarles soporte o protección para evitar que se doblen o rompan a nivel del suelo. Esto no implica que no puedan ubicarse en lugares ventosos, sino que se debe prestar atención especial para garantizar su estabilidad y salud.
La época ideal para plantar camellias japónicas es en primavera u otoño. Se recomienda preparar el hoyo de plantación incorporando mantillo, turba o estiércol bien descompuesto, junto con un fertilizante equilibrado que favorezca el desarrollo radicular y la floración. Además, mantener una capa de mantillo alrededor de la base ayuda a conservar la humedad y proteger las raíces.
Finalmente, para un cuidado óptimo, se sugiere realizar podas ligeras después de la floración para mantener la forma y estimular un crecimiento vigoroso, así como controlar posibles plagas y enfermedades que, aunque no son frecuentes en camellias, pueden incluir ácaros, pulgones o enfermedades fúngicas en condiciones de humedad excesiva.
Usos y aplicaciones de la Camellia japónica
Además de su valor ornamental y medicinal, la Camellia japónica tiene diversas aplicaciones prácticas. El aceite extraído de sus semillas es ampliamente utilizado en la industria cosmética y de peluquería debido a sus propiedades hidratantes, nutritivas y antioxidantes. Su composición rica en oleína lo hace especialmente apto para productos que requieren estabilidad y suavidad incluso a bajas temperaturas.
Por otro lado, los extractos de la planta, incluyendo sus pétalos, se emplean en algunas técnicas artesanales para la elaboración de tintes naturales, destacando el tinte verde obtenido de los pétalos rojos o de la rosa. Este uso artesanal añade valor cultural y económico a la especie.
En la medicina tradicional, sus propiedades astringentes y hemostáticas continúan siendo aprovechadas en tratamientos tópicos para heridas y quemaduras, complementando los avances científicos que investigan su potencial antitumoral. De esta manera, la Camellia japónica representa un puente entre el conocimiento ancestral y las innovaciones actuales en salud y belleza.