Amaryllidaceae 5
Alstroemeria
Existen muchos nombres para identificar a la Alstroemeria: lirio de los Incas, lirio de campo, astromelia, azucena peruana y flor de Amancay, entre otros. Pero sea cual sea el término que se elija para denominarla, investigaciones señalan que esta flor contiene algunas sustancias irritantes en su composición. Pese a esto, su innegable atractivo, la ha convertido en un ejemplar ideal para la elaboración de arreglos florales. (más…)
Chalota
Pariente cercana de la cebolla, la chalota es una planta comestible originaria de Asia Central que ha ganado un lugar destacado en la alta cocina internacional gracias a su sabor delicado y complejo, que combina matices dulces y ligeramente picantes. Aunque su cultivo y comercialización se han extendido a casi todo el mundo, en algunas regiones de Europa aún es relativamente desconocida y se considera un producto gourmet. Esto, junto a su proceso de cultivo más laborioso, contribuye a que su precio sea considerablemente más elevado que el de la cebolla común.
Al igual que la cebolla, la chalota pertenece al género Allium y forma parte de la familia Amaryllidaceae, que incluye otras plantas bulbosas como el ajo y el puerro. A diferencia de la cebolla, la chalota crece en pequeños racimos de bulbos alargados, lo que facilita su separación y uso en la cocina. Su textura fina y su sabor más sutil la convierten en un ingrediente preferido para salsas, vinagretas y platos que requieren un toque aromático sin dominar el resto de los sabores.
Además, la chalota posee propiedades nutricionales similares a las de la cebolla, siendo rica en compuestos sulfurados que tienen efectos antioxidantes y beneficios para la salud cardiovascular. Su uso se remonta a siglos atrás, especialmente en la gastronomía francesa, donde es un componente esencial en preparaciones clásicas como la salsa béarnaise o la vinagreta de chalota.
Amarilis
Popularmente conocida como amarilis, esta planta pertenece a la familia Amaryllidaceae y su nombre científico es Hippeastrum. Su origen se encuentra principalmente en el Caribe, el sur de África, así como en América Central y del Sur, donde crece de forma natural en bosques secos, zonas tropicales y sabanas. Se trata de una planta herbácea, perenne y bulbosa, que se caracteriza por su resistencia y facilidad de cultivo.
El Hippeastrum se cultiva comúnmente en macetas, siendo una de las especies que mejor se adapta a las condiciones interiores del hogar, gracias a su capacidad para prosperar en ambientes con luz indirecta y temperaturas moderadas. Esto la convierte en una opción popular para la decoración interior, ya que aporta un toque de elegancia y color durante su periodo de floración.
La gran belleza y el tamaño imponente de sus flores han despertado un interés significativo entre cultivadores y aficionados a la jardinería. A lo largo del tiempo, se han desarrollado numerosos híbridos para crear variedades con flores jaspeadas y una amplia gama de tonalidades, que van desde el blanco puro hasta intensos rojos, naranjas y rosados. Esta diversidad cromática no solo enriquece los jardines y hogares, sino que también amplía las posibilidades para su uso en arreglos florales y como planta ornamental.
Además, el amarilis presenta un ciclo de floración bastante particular: después de un periodo de reposo, sus bulbos pueden florecer varias veces al año si se les proporcionan las condiciones adecuadas. Este aspecto lo hace especialmente atractivo para quienes buscan plantas que ofrezcan floraciones prolongadas y vistosas.

Características de la amarilis
La amarilis pertenece a un género monotípico y generalmente alcanza una altura de entre 40 y 50 cm, aunque existen variedades enanas capaces de producir hasta cuatro flores por tallo.
Sus hojas son de un verde intenso, acintadas, estrechas, planas y alargadas, y suelen emerger después de la floración. Cada planta produce entre 3 y 7 hojas duraderas, que varían en longitud desde 10 hasta 60 cm y en ancho de 1 a 5 cm.
Las flores, con forma de trompeta, presentan seis pétalos y estambres muy prominentes que resaltan en su estructura. Estas se disponen en grupos de tres a cinco unidades sobre un tallo largo y erguido. La gama de colores es amplia e incluye tonalidades rojas, rosadas, blancas, anaranjadas y combinaciones bicolores. Su período de floración se extiende desde mediados del invierno hasta finales de la primavera, aportando un atractivo visual en estaciones frías.
Cada flor puede medir entre 10 y 20 cm de diámetro, lo que las convierte en elementos decorativos destacados. La amarilis puede florecer anualmente si se respeta un período de reposo de dos meses en condiciones frescas y oscuras, durante el cual se suspende el riego y la fertilización, permitiendo así la regeneración del bulbo.
En cuanto a las condiciones de cultivo, prefiere suelos arenosos y ricos en materia orgánica, que facilitan el drenaje y aportan nutrientes esenciales para su desarrollo saludable.
El tallo floral es hueco y erguido, con una altura que oscila entre 50 y 60 cm y un diámetro de 1 a 3 cm. En su extremo superior sostiene de 3 a 5 flores grandes. La base del tallo es gruesa y carnosa, pero tiende a abrirse, por lo que es recomendable atarla para evitar que se doble o se dañe.
Los trasplantes deben realizarse a mediados de enero, momento ideal para plantar el bulbo en un sustrato ligero, dejando que la mitad del bulbo quede expuesta para favorecer la correcta aireación y evitar la pudrición.

La poda es fundamental y debe efectuarse una vez concluida la floración, eliminando las flores marchitas y las hojas secas o dañadas para promover un crecimiento saludable y preparar la planta para el próximo ciclo.
Cultivo y cuidados de la amarilis
Al trasplantar la amarilis, es importante separar los bulbillos que se forman alrededor del bulbo principal y plantarlos de manera individual. Estos bulbillos deben sembrarse preferiblemente en sustrato arenoso durante el otoño, lo que favorece un buen desarrollo radicular. Además, la amarilis puede reproducirse mediante semillas, aunque este método requiere más tiempo, ya que generalmente tarda alrededor de tres años en producir flores.
Esta planta prospera en lugares luminosos y cálidos durante el invierno y la primavera, condiciones que estimulan su crecimiento y floración. En verano, se recomienda situarla al aire libre en lugares bien iluminados, pero siempre protegida de la luz solar directa para evitar daños en las hojas y flores. Durante el otoño, lo ideal es trasladarla a un lugar fresco y con sombra parcial, lo que ayuda a mantener un estado óptimo para su reposo vegetativo.
Asimismo, es fundamental mantener un riego moderado, evitando el encharcamiento, ya que un exceso de agua puede provocar la pudrición del bulbo. La amarilis también se beneficia de una fertilización equilibrada durante su periodo activo de crecimiento, utilizando abonos ricos en potasio para favorecer la floración.
Se recomienda abonar la planta cada 15 días durante y después de la floración para favorecer un crecimiento saludable y vigoroso. Es ideal utilizar fertilizantes líquidos específicos para flores o fertilizantes químicos suaves que sean ricos en hierro y magnesio, elementos esenciales para mantener el color y la vitalidad de las hojas. Este proceso debe continuarse hasta que las hojas comiencen a marchitarse, ya que durante este periodo el bulbo acumula las reservas necesarias para el siguiente ciclo. Durante el invierno, no es necesario aplicar fertilizante, ya que la planta se desarrolla utilizando los nutrientes almacenados en el bulbo.
A partir del mes de septiembre, se recomienda suspender tanto el abonado como el riego. Cuando aparezcan las nuevas hojas, generalmente entre 60 y 90 días después, se debe retomar el riego de forma progresiva, asegurándose de que la tierra permanezca ligeramente húmeda para favorecer un desarrollo óptimo.
Las plantas jóvenes de amarilis y aquellas que están en plena floración requieren estar ubicadas en un lugar bien iluminado, pero sin exposición directa a la luz solar intensa, ya que un sol excesivo puede dañar las hojas y las flores. Un ambiente con luz indirecta brillante es ideal para mantener la salud y la belleza de la planta.
Plagas, enfermedades y prevención
La planta de amarilis puede verse afectada por diversas plagas y enfermedades que comprometen su salud y desarrollo. Entre las plagas más comunes se encuentran los ácaros, cochinillas, pulgones, caracoles y babosas, que suelen dañar las hojas, tallos y flores, provocando la debilitación de la planta.
Es fundamental identificar estos problemas a tiempo para aplicar las medidas preventivas y correctivas adecuadas. Por ejemplo, los ácaros pueden tratarse con acaricidas específicos, mientras que las cochinillas y pulgones responden bien a insecticidas sistémicos o remedios naturales como infusiones de ajo o jabón potásico. En el caso de caracoles y babosas, se recomienda el uso de cebos o barreras físicas para evitar su avance.
Además de las plagas, la amarilis puede ser susceptible a enfermedades fúngicas como la pudrición basal y el mildiu, que suelen presentarse en condiciones de humedad excesiva o mala ventilación. Para prevenir estas enfermedades, es importante mantener un riego adecuado, evitar el encharcamiento y asegurar una buena circulación de aire alrededor de la planta.
En todos los casos, se aconseja consultar a especialistas agrónomos para obtener un diagnóstico preciso y recomendaciones personalizadas, garantizando así el cuidado óptimo de la amarilis y su correcta recuperación en caso de infección o infestación.

Problemas comunes y recomendaciones
La amarilis es propensa a sufrir pudrición en la base del bulbo, especialmente si se riega en exceso durante su periodo de reposo. Por ello, es fundamental reducir el riego durante esta etapa. Cuando las hojas comiencen a tomar un tono amarillento, señal de que la planta está entrando en su ciclo activo, se puede reanudar el riego de forma gradual.
Los trasplantes deben realizarse a mediados de enero, momento ideal para plantar el bulbo en un sustrato ligero, dejando que la mitad del bulbo quede expuesta para favorecer la correcta aireación y evitar la pudrición.
La poda es fundamental y debe efectuarse una vez concluida la floración, eliminando las flores marchitas y las hojas secas o dañadas para promover un crecimiento saludable y preparar la planta para el próximo ciclo.
Conservación de la amarilis
Con los cuidados adecuados, la amarilis puede mantenerse saludable y florecer durante muchos años. A continuación, se detallan las recomendaciones esenciales para su conservación:
- Eliminación de flores marchitas: Corte las flores y el tallo a ras de la tierra una vez que se hayan marchitado para estimular un nuevo crecimiento y evitar el desgaste innecesario de la planta.
- Riego adecuado: Siga un régimen de riego equilibrado, permitiendo que la tierra se seque ligeramente entre riegos. Esto ayuda a que el bulbo acumule reservas necesarias para su desarrollo y floración.
- Iluminación óptima: Proporcione un lugar con abundante luz indirecta o claridad intensa, pero evite la exposición directa y prolongada al sol, que podría dañar las hojas.
- Identificación del período de reposo: Cuando las hojas comienzan a secarse y volverse lacias, es señal de que la planta entra en su fase de reposo anual. Es importante respetar este ciclo natural para su recuperación.
- Cuidado del bulbo durante el descanso: Mantenga el bulbo seco durante aproximadamente dos meses, en un lugar fresco, oscuro y bien ventilado. No es necesario extraerlo de la maceta; basta con sustituir la capa superficial de tierra por sustrato fresco y limpio. Es fundamental manejar el bulbo con precaución, ya que contiene compuestos tóxicos si se ingiere.
Además, es recomendable fertilizar la planta durante su fase activa con un abono equilibrado para promover un crecimiento vigoroso. También se aconseja evitar cambios bruscos de temperatura y proteger la amarilis de plagas comunes como pulgones y ácaros, que pueden afectar su salud y desarrollo.
Atributos y usos de la amarilis
La amarilis es especialmente valorada durante la época navideña debido a sus impresionantes flores rojas, que ofrecen una alternativa elegante y vibrante a las flores tradicionales de esta temporada. Su floración llamativa y su estructura robusta la convierten en una opción popular tanto para la decoración de interiores como para arreglos florales sofisticados, incluyendo bouquets de novia.
Además de su uso ornamental, la amarilis es frecuentemente elegida como regalo, ya que sus intensos colores y su belleza única suelen generar una profunda emoción y satisfacción en quienes la reciben. Las flores de amarilis no solo aportan un toque de color, sino que también infunden calidez y vida a cualquier ambiente, transformando espacios con su presencia imponente y elegante.
Por su importancia estética, muchos cultivadores dedican cuidados especiales a esta planta, asegurando que sus flores se mantengan en óptimas condiciones para eventos especiales o para realzar la decoración del hogar. Su cultivo, aunque sencillo, requiere atención en aspectos como la iluminación, el riego y la temperatura, lo que contribuye a que las flores duren más tiempo y conserven su esplendor.
Puerro
Dentro de la familia de las Liliáceas, encontramos plantas esenciales para la alimentación humana, como la cebolla y el ajo. En esta ocasión, nos centraremos en otro miembro destacado de esta familia: el puerro. También conocido en diversas regiones como ajo porro, porro o cebolla larga, su nombre científico es Allium ampeloprasum var. porrum. Esta planta, originaria de Europa y Asia Occidental, ha sido cultivada y valorada desde la antigüedad por sus múltiples usos culinarios y medicinales.
El aprovechamiento del puerro es integral, ya que se consumen tanto sus hojas como su bulbo y, en menor medida, sus flores. Su sabor suave y ligeramente dulce lo convierte en un ingrediente versátil en la cocina, utilizado en sopas, guisos, cremas y como complemento en diversos platos. Debido a su forma alargada y su color blanco-verdoso, el puerro suele ser confundido con la cebolla de verdeo o cebolletas, aunque se distingue por su tamaño mayor y su textura más firme.
Además de su valor gastronómico, el puerro posee propiedades nutricionales destacables, siendo una buena fuente de vitaminas A, C y K, así como de minerales como el hierro y el manganeso. También contiene compuestos sulfurados que contribuyen a sus efectos antioxidantes y antiinflamatorios, lo que lo hace beneficioso para la salud cardiovascular y el sistema inmunológico.
Características del puerro
El puerro es una planta bienal que se caracteriza por su tallo erecto y un bulbo poco desarrollado, que generalmente continúa la línea del tallo sin un engrosamiento marcado. Esta particularidad lo diferencia claramente de sus parientes cercanos, como la cebolla y el ajo, cuyo bulbo es mucho más prominente. El bulbo del puerro es de color blanco y en su extremo inferior se observa claramente el sistema radicular, que le permite una buena sujeción y absorción de nutrientes.
Las hojas del puerro son largas y lanceoladas, con una disposición semi enrollada que crea la apariencia de una unidad compacta junto al bulbo. Su color varía entre un verde grisáceo y un tono azulado, lo que añade un matiz particular a la planta. Esta estructura foliar no solo es estéticamente distintiva, sino que también protege el tallo y contribuye a su desarrollo.

Durante su etapa de floración, el puerro presenta un sistema de flores pequeñas, agrupadas en umbelas redondeadas que pueden ser de color rosado o blanco. Antes de alcanzar la madurez, estas flores están protegidas por una espata delgada y papirácea que actúa como una especie de cubierta. Al madurar, esta cubierta se abre para liberar las flores y facilitar la polinización. Posteriormente, el fruto del puerro se desarrolla como una pequeña cápsula que contiene las semillas.
En cuanto a su tamaño, una planta de puerro cultivada comúnmente puede alcanzar hasta medio metro de altura y un grosor aproximado de 5 centímetros en su tallo. Sin embargo, la variedad silvestre de esta especie puede llegar a medir hasta un metro de altura, mostrando un crecimiento más vigoroso en condiciones naturales. Esta diferencia en tamaño refleja la diversidad genética y adaptación del puerro a distintos ambientes.
Usos culinarios y nutricionales
El puerro es valorado en la gastronomía por su sabor suave y agradable, que combina las cualidades características de la cebolla y el ajo. Su versatilidad lo convierte en un ingrediente fundamental en diversas preparaciones, desde sopas y guisos hasta cremas y acompañamientos para carnes y otros platos.
Nutricionalmente, el puerro es una excelente fuente de vitaminas A, C y K, esenciales para el mantenimiento de la salud visual, la función inmunológica y la coagulación sanguínea, respectivamente. Además, aporta minerales como hierro y manganeso, necesarios para la formación de glóbulos rojos y el metabolismo óseo.
Los compuestos sulfurados presentes en el puerro le confieren propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, que contribuyen a proteger las células frente al daño oxidativo y a reducir la inflamación en el organismo. Estos efectos son beneficiosos para la salud cardiovascular y el sistema inmunológico.
Beneficios y propiedades del puerro
El puerro posee múltiples propiedades beneficiosas para la salud, que lo convierten en un alimento funcional de gran interés. Entre estas, destaca su capacidad para ayudar a reducir los niveles de colesterol y triglicéridos en la sangre, contribuyendo a mantener las arterias limpias y disminuyendo la presencia del colesterol LDL, conocido como “colesterol malo”. Esto reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, incluidos los accidentes cerebrovasculares.

Su contenido de mucílagos, un tipo de fibra soluble viscosa, favorece la salud del microbioma intestinal. Estas fibras son fermentadas por la flora bacteriana en el colon, mejorando el tránsito intestinal y resultando útiles para prevenir y aliviar el estreñimiento.
Gracias a sus compuestos azufrados, el puerro actúa como un diurético natural, facilitando la eliminación de líquidos y toxinas a través de la orina. Por ello, se recomienda en dietas depurativas y en tratamientos para combatir la obesidad.
El puerro es también una buena fuente de potasio, mineral esencial para regular el equilibrio de sodio en el organismo y mantener una presión arterial saludable. Por esta razón, es un acompañamiento ideal para platos de carne, ayudando a equilibrar los efectos del sodio presente en estos alimentos.
Asimismo, contiene ácido fólico (vitamina B9), fundamental para los procesos de crecimiento celular y formación del ADN. La ingesta adecuada de ácido fólico es especialmente importante para mujeres embarazadas o en lactancia, y para niños en edad de desarrollo, debido a su papel en la prevención de defectos del tubo neural y en el desarrollo saludable.
Los flavonoides presentes en el puerro, como la quercetina, poseen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, ayudando a proteger las células del daño oxidativo y pudiendo prevenir alergias y enfermedades crónicas.
Existen dos tipos principales de puerros: los cultivados y los silvestres. Los puerros cultivados suelen ser más pequeños, con hojas enrolladas que forman un falso tallo, y presentan un sabor más suave y delicado. En cambio, los puerros silvestres son generalmente más robustos y con un sabor más intenso. Ambos tipos son comestibles y pueden ser utilizados en diversas preparaciones culinarias, aportando sus beneficios y sabor característico.
El cultivo de puerros
Aunque los puerros son plantas sumamente resistentes, especialmente al frío, su desarrollo óptimo se logra en climas templados, con temperaturas que oscilan entre los 15°C y 22°C. Estas condiciones favorecen un crecimiento equilibrado y saludable.
Los suelos ideales para el cultivo de puerros deben ser bien drenados y poco compactos, permitiendo así el adecuado desarrollo del bulbo. Además, es fundamental que sean ricos en materia orgánica, lo cual se puede conseguir mediante la incorporación de estiércol o compost durante la preparación del terreno, antes de la siembra o plantación.
Es importante destacar que los puerros prefieren suelos con baja proporción de arcilla, ya que estos evitan el encharcamiento y la retención excesiva de humedad, condiciones que pueden provocar enfermedades radiculares y afectar negativamente la calidad del bulbo.

La siembra o plantación de puerros se realiza principalmente durante el verano y el otoño. Aunque se trata de una planta bienal, en la práctica se cultiva como anual, ya que se cosechan antes de completar su segundo año de vida.
Existen dos métodos principales para el cultivo de puerros:
- Producción de puerros tempraneros: Este método comienza con la siembra de semillas en semilleros ubicados en un invernadero, donde se mantiene una temperatura constante alrededor de 13°C, sin bajar nunca de 7°C. Cuando las plántulas alcanzan una altura suficiente para mantenerse erguidas, se trasplantan a bandejas, respetando una distancia entre plantas de 7 a 10 centímetros para asegurar un correcto desarrollo. Estas bandejas continúan en el invernadero hasta que, desde mediados del invierno hasta principios de la primavera, las plantas estén listas para ser trasplantadas al surco definitivo.
- Producción para cosecha invernal: En este caso, las semillas se siembran directamente en el surco durante la primavera, permitiendo que las plantas se desarrollen durante los meses más cálidos para ser cosechadas en invierno.
En cuanto al riego, el puerro no requiere cuidados especiales. En regiones donde las precipitaciones son adecuadas, el aporte hídrico natural suele ser suficiente. Sin embargo, en zonas con períodos secos prolongados, es recomendable realizar riegos moderados y regulares para evitar el estrés hídrico y garantizar un buen desarrollo del cultivo.
Además, es importante controlar las malezas y realizar labores de aporque (mullir la tierra alrededor del tallo) para favorecer el blanqueamiento del bulbo y mejorar su calidad comercial. Las prácticas de fertilización equilibrada, basadas en análisis de suelo, también contribuyen a obtener una cosecha abundante y de buena calidad.
Cebollino
El cebollino, conocido también como ciboulette o cebollín, es una hierba perteneciente a la familia de las aliáceas. Su nombre científico es Allium schoenoprasum. Esta planta no solo es popular por su sabor delicado y su uso culinario, sino también por sus múltiples beneficios para la salud y su capacidad de adaptarse a diversas condiciones climáticas.
El cebollino produce una floración continua, con escapos que pueden alcanzar entre 20 y 30 centímetros de altura. Sus umbelas son de un vistoso color púrpura y son capaces de generar varias semillas, similares a las de la cebolla, pero de menor tamaño. Estas semillas son útiles para el cultivo de nuevas plantas. El bulbo del cebollino tiene un sabor similar al de la cebolla común, aunque más suave.
Una de las características más destacadas del cebollino es su resistencia al frío, lo que le permite crecer en una amplia variedad de entornos, desde regiones subárticas hasta áreas tropicales. Las flores del cebollino, de color rosa o blanco, crecen formando umbrelas y están compuestas por seis pétalos, seis sépalos, seis estambres y un pistilo. Sus frutos son cápsulas pequeñas que contienen diminutas semillas.
Cultivo del cebollino
Para cultivar cebollino de manera óptima, se recomienda hacerlo en suelos fértiles, desde el nivel del mar hasta los 2500 metros de altitud. La siembra debe realizarse cada tres o cuatro semanas durante la primavera y el verano, a una profundidad de 1 centímetro, con una separación mínima de 20 centímetros entre las hileras.
El cebollino puede ser cultivado fácilmente a partir de semillas o mediante la división de bulbos y raíces tras su extracción. Una vez que las plantas germinan, es crucial establecer una distancia de 2,5 centímetros entre ellas. Los cultores deben vigilar el área regularmente para asegurar un desarrollo adecuado.
Es importante regar el cebollino cuando el suelo esté seco y eliminar las malas hierbas con frecuencia, ya que pueden afectar su crecimiento. Si es posible, se recomienda plantar cebollino cerca del perejil, ya que este ayuda a alejar plagas como la mosca.
Cuando el cebollino llena la maceta, debe ser trasladado a una más grande o dividida con un cuchillo afilado. Las partes saludables deben replantarse en recipientes nuevos con sustrato fresco para continuar su desarrollo de manera saludable.
Las cosechas más tempranas deben realizarse en compartimentos bajo cristal, colocando varias semillas en cada alveolo. El tiempo de formación varía; los cebollinos sembrados en primavera y verano suelen madurar en aproximadamente ocho semanas, mientras que los plantados en invierno pueden tardar de 30 a 36 semanas.
El cultivo puede verse afectado por hongos fitopatógenos como royas (Puccinia porri o Puccinia allii), así como algunas especies de fusarium y Botrytis sp.. También puede ser atacado por plagas como larvas de coleópteros y trips.
Propiedades nutricionales
El cebollino es un ingrediente versátil en la cocina, utilizado en la elaboración de condimentos que aportan un sabor único a diversos platos, como bocadillos, quesos, recetas con huevo, salsas, ensaladas y sopas. Se recomienda consumir las hojas picadas frescas y recién cortadas para aprovechar al máximo su sabor, aunque también pueden ser cocidas y deshidratadas.
Nutricionalmente, el cebollino es rico en vitaminas A, B y C, aportando hasta 130,5 miligramos de vitamina C por cada 100 gramos cuando está fresco. Además, contiene fibra, hidratos de carbono, magnesio, calcio, potasio, sodio, fósforo, aceite etéreo y azufre. Ofrece un bajo contenido calórico, con solo 27 Kcal por cada 100 gramos.
El cebollino también contiene alicina, un compuesto con propiedades antibacterianas, que puede usarse como fungicida o desinfectante, aunque con menor eficacia que el ajo o la cebolla.
Beneficios del cebollino para la salud
El cebollino ofrece diversos beneficios para la salud. Estudios indican que puede actuar como aliado en la lucha contra el cáncer de próstata, esófago y estómago. Además, se ha demostrado que contribuye a mejorar el sueño, el aprendizaje, los movimientos musculares y la memoria, además de combatir la depresión.
El cebollino también ayuda a absorber grasas y a mantener la integridad de las membranas celulares. Las sustancias presentes en el cebollino pueden reducir la presión arterial al liberar ácido nítrico, lo que disminuye el riesgo de arteriosclerosis, enfermedad coronaria, infartos o enfermedades vasculares.